TRADUCCIÓN Y REFORMA A MEDIADOS DEL SIGLO XVI

PRIMOŽ TRUBAR - JAN UTENHOVE

 

    Hoy se acostumbra a restringir el concepto de literatura a la de creación, es decir, a un tipo de escritura donde lo fundamental es la originalidad del proceso creativo y la individualidad del artista. El escritor es un creador de nuevos mundos personales, paralelos, alternativos, menores o totalizadores, pero suyos. Sin embargo, esa interpretación restringida del término “literatura” olvida un aspecto fundamental de nuestra cultura: que la transmisión del saber, sobre todo de los conocimientos considerados de prestigio, ha venido haciéndose durante siglos a través de textos literarios y, casi siempre, escritos.

    Entre nosotros, uno de los grandes ámbitos de esa literatura de “no creación” está vinculado a la experiencia religiosa. El Cristianismo ha sido, como su predecesor, el Judaísmo, una religión “del Libro”. La Biblia, en griego “los libros”, ha prestigiado como sagrados una larga serie de textos escritos y a partir de ahí la literatura bíblica ha sido fundamental en el desarrollo de la cultura europea durante más de un milenio. Y junto con su contenido, el otro elemento esencial de esos textos han sido las lenguas en que se escribían. Pese a sus orígenes semíticos y griegos, la difusión de la Biblia en la Europa medieval se hizo a partir de la traducción al latín de San Jerónimo del siglo IV, la Vulgata. Solo en los siglos XV y XVI, la preocupación de los humanistas por la Biblia como uno de los textos clásicos por excelencia y su deseo de acceder a ella en sus lenguas originales impulsaron la recuperación del griego neotestamentario y, en menor medida, del hebreo y el arameo. A la vez, los pioneros de la Reforma religiosa, desde el propio Lutero, se esforzaron por dar a conocer esa misma Biblia a sus compatriotas en las lenguas vernáculas de cada región de Europa. Así se desarrolló un movimiento literario doble: estudio de las lenguas antiguas y traducción a las modernas. En este contexto de profunda inquietud literaria y de renovación ideológica vamos a trazar las vidas paralelas de dos importantes reformadores y traductores de la nueva Europa de la Reforma, el esloveno Primož Trubar y el holandés Jan Utenhove.

    El primer dato que los une tiene que ver con su lugar de nacimiento, en la periferia, en ambos casos, del Sacro Imperio Romano Germánico. Primož Trubar nació en 1508 en el pueblo de Rašica, perteneciente al ducado de Carniola, hoy en Eslovenia. Aunque buena parte de su población, como la familia Trubar, era de etnia eslava y de lengua eslovena, Carniola formaba parte desde el siglo XIV de lo que se conocía como Austria Interior (Innerösterreich) y era una parte constitutiva de la herencia territorial de la casa de Habsburgo, en ese momento dirigida por el emperador germánico Maximiliano I. Trubar nació, por lo tanto, en el extremo suroriental del Imperio, en uno de los territorios más directamente vinculados al Emperador. Por su parte, Jan Utenhove vio la luz, al parecer antes de 1516, en la ciudad flamenca de Gante, donde había nacido también el que en 1521 se convertiría en el nuevo emperador, Carlos V, nieto del anterior. También en este caso la región de Flandes (Vlaanderen), situada en el ángulo suroccidental del Imperio, formaba parte de los estados patrimoniales del monarca. Esta especial relación tanto de Carniola como de Flandes con los Habsburgo es fundamental para entender la trayectoria vital de los dos reformadores, vinculada al devenir histórico de las luchas políticas y religiosas del Imperio.

    Nacidos, pues, en las primeras décadas del XVI, su etapa formativa se vio profundamente afectada por el debate teológico e intelectual suscitado por las tesis reformistas divulgadas por Martín Lutero a partir de 1517. Trubar comenzó sus estudios en la ciudad de Salzburgo, donde aprendió latín y alemán, y los concluyó en la Universidad de Viena en 1528. En esta época conoció al que sería su primer mentor intelectual, el obispo de Trieste Pietro Bonomo, un humanista seguidor de Erasmo de Rotterdam. El propio Bonomo, que era partidario de la evangelización en la lengua propia de los creyentes, consagró sacerdote a Trubar en 1530 y le animó a predicar en el interior de la Carniola eslovena primero y en la propia catedral de San Nicolás de Ljubliana, después. Por su parte, la formación intelectual y espiritual de Jan Utenhove tuvo lugar en primer lugar en su propia localidad natal, Gante, donde conoció al ya entonces famoso erudito irenista Georges Cassander, y luego en la prestigiosa universidad de Lovaina, el principal foco cultural de los Países Bajos en ese momento.

    A lo largo de esos años, mientras Trubar llevaba a cabo su predicación en Carniola y Utenhove concluía su formación en Lovaina, se iba profundizando en toda Europa el enfrentamiento entre las nuevas ideas reformistas y la reacción conservadora. Y en este contexto, uno de los acontecimientos literarios que más implicaciones iba a tener en el debate intelectual europeo fue la publicación de las traducciones que Lutero hizo al alemán del Nuevo Testamento en 1522 y de toda la Biblia en 1534. A partir de este momento la versión de los textos sagrados del Cristianismo a las lenguas vernáculas va a convertirse en una de las señas de identidad de la Reforma. Y, por contra, la prohibición de divulgar esas traducciones y el uso exclusivo de la versión latina será una de las más significativas reacciones de la Iglesia Católica. En esta confrontación de textos religiosos van a implicar sus conocimientos y su propia vida tanto Primož Trubar como Jan Utenhove.

    El inicio de las persecuciones que condicionarán sus dos biografías estuvo relacionado, más específicamente, con la implicación de ambos en la difusión de las ideas luteranas. En este caso, fue un joven Utenhove, con menos de 30 años, el que provocó primero las iras de las autoridades al subir al escenario en 1543 una “moralidad”, es decir, una representación popular callejera, de temática luterana. En esa época, en Flandes la política de tolerancia del emperador comenzaba a resentirse de sus duros enfrentamientos con los príncipes protestantes alemanes, que iban a desembocar en la Guerra de Esmalcalda en 1546. Por ello, las consecuencias para Utenhove fueron gravísimas: se vio obligado a huir de los Países Bajos en 1544 y al año siguiente el Consejo de Flandes va a condenarlo al exilio perpetuo bajo pena de decapitación y confiscación de sus bienes. Para entonces Utenhove había buscado refugio en diversas ciudades del Imperio de confesión protestante pero solo en Londres, bajo la protección del arzobispo de Canterbury, el reformista Thomas Cranmer, lograría la tranquilidad suficiente para seguir escribiendo.

    Trubar, por su parte, en su etapa de predicador había ido acercándose también a la teología luterana, por lo que en las mismas fechas que Utenhove se vio obligado a tomar una decisión similar. La derrota de los príncipes protestantes de la Liga de Esmalcalda en la batalla de Mülhberg en 1547 se tradujo en una mayor represión religiosa, sobre todo en aquellos territorios, como la Austria Interior, bajo el control directo de los Habsburgo. Ese mismo año, Trubar, acusado por el obispo de Liubliana, fue excomulgado y se vio obligado a abandonar su tierra natal y a exiliarse primero en Rothenburg, en Franconia, y en Kempte, Suabia, después, ambas ciudades luteranas.

    Lejos de su lugar de origen, la vocación proselitista de estos dos reformadores se volcó en la traducción de los textos bíblicos a sus respectivas lenguas maternas. Trubar fue animado a traducir por el obispo de Koper Pier Paolo Vergerio, otro intelectual italiano de la región eslovena, que, como Bonomo, consideraba fundamental facilitar el acceso de todos los fieles cristianos a la Biblia. Por ello, Trubar comenzó su producción literaria con dos obras introductorias a su lengua y a su fe reformada, el Alphabetum y el Catechismus, los dos primeros libros impresos en lengua eslovena, ambos de 1550 y publicados de forma anónima y en imprentas clandestinas. Poco después apareció su Evangelio de Mateo (Ta evangeli svetiga Matevža) en 1555 y la primera parte del Nuevo Testamento (Ta prvi dejl tiga noviga testamenta) en 1557, que luego completaría con otros dos volúmenes. En su producción literaria, Trubar no pretende ofrecer un contenido original sino que trabaja a partir de los textos ya establecidos por teólogos alemanes como Johannes Brenz, para su Catecismo, y, sobre todo, Martín Lutero para el Nuevo Testamento. La aportación de Trubar es, por lo tanto, lingüística, al verter por vez primera los principales textos religiosos a una lengua, el esloveno, que hasta ese momento carecía de tradición escrita.

    Similares fueron los esfuerzos de Jan Utenhove en su exilio de Inglaterra. Debido a la represión de las ideas reformistas en los Países Bajos, una amplia colonia de exiliados flamencos acabó instalándose en el Londres reformado del joven Eduardo VI. Con ellos fundó Utenhove en 1550 la que fue la primera iglesia reformada de Inglaterra, la Nederlandse Kerk Londen, constituida de forma oficial en el antiguo convento de los agustinos de Londres. De esta época procede su primera publicación religiosa en neerlandés, su De catechismus, oft kinderleere de 1551. Se trata, como en el caso de Trubar, de la traducción al idioma natal de sus fieles de un texto doctrinal de prestigio, el Catecismo latino del teólogo Jan Łaski, un reformador polaco que va a compartir con Utenhove buena parte de su exilio. Utenhove no es, tampoco, un pensador original sino un traductor consciente de la importancia de facilitar el acceso de los fieles a los nuevos textos religiosos en su lengua natal.

    A mediados de siglo, sin embargo, la Paz de Augsburgo, firmada en 1555 entre los príncipes protestantes y el futuro emperador Fernando I, había consagrado la máxima “Cuius regio, eius religio”, por la que todos los territorios de los Habsburgo, Carniola y Flandes incluidos, quedaban definitivamente bajo la influencia de la Contrarreforma católica y la lectura de la Biblia en lenguas vernáculas prohibida por el Índice de Libros Prohibidos de 1559 y los cánones del Concilio de Trento de 1564.

    En cuanto a su vida privada, el exilio condicionará también la vida familiar de ambos escritores, que formarán su propia familia a una edad similar y con mujeres exiliadas como ellos, de su misma nacionalidad. Primož Trubar se casó ya en Franconia y con más de 40 años, en 1549, con Barbara Sitar, natural de la ciudad de Kranj, cerca de Ljubliana, y Jan Utenhove en 1558, también en la cuarentena, con Anne de Horn, una de las refugiadas holandesas con las que había coincidido en su primera etapa londinense.

    Mientras tanto, los avatares de la política siguieron condicionando la vida viajera de Trubar y Utenhove, favoreciendo durante unos años el acercamiento a su tierra natal. En primer lugar, la muerte prematura de Eduardo VI en 1553 y el ascenso al trono de su hermana la católica María I provocó la huida de los protestantes de toda Europa que se habían refugiado en Londres. Para estar cerca de los Países Bajos, Utenhove se trasladó a Frisia Oriental, el territorio de religión reformada más cercano. En la capital, Emden, fue acogido por la regente calvinista Ana de Oldenburgo y Utenhove pudo seguir publicando sus traducciones aprovechando la variedad dialectal propia de la zona. Allí saca a la luz, por ejemplo, sus Vijf-en-twintig psalmen, en 1557, una traducción al neerlandés de 25 salmos. Pero su principal empeño en ese momento, y en eso coincide también con Trubar, fue su Het Nieuvve Testament, de 1556, una traducción del Nuevo Testamento al neerlandés, elaborada a partir de la edición griega de Robert Estienne. La gran relevancia de esta obra es que se trata de la primera versión de una parte completa de la Biblia traducida a la lengua popular de los Países Bajos.

    Poco después, la abdicación de Carlos V y la subida al trono imperial de su hermano Fernando I, más transigente, posibilitan que el gobierno regional de Carniola reclame en 1561 la presencia de Trubar como superintendente para dirigir las nuevas iglesias reformadas. Va a ser una época de consolidación del prestigio de Primož Trubar como el gran reformador de lo que hoy se conoce como Eslovenia, gracias a un trabajo evangelizador que, sin embargo, solo va a durar cuatro años.

    Porque la situación política en Europa sigue siendo tremendamente inestable y sus cambios condicionan una y otra vez la vida de estos dos traductores. En Inglaterra, la muerte de María I y la reinstauración de la reforma anglicana con la llegada al trono de Isabel I en 1558 permitió que Utenhove volviera a Londres al año siguiente para reconstruir la iglesia reformada holandesa en el exilio. Tras conseguir la restitución del convento agustino para el nuevo culto, se esforzó también en constituir iglesias reformadas en otras ciudades de Inglaterra como Sandwich, Colchester y Norwich. Esta segunda estancia inglesa de Utenhove le permitió, además, dar fin a la obra que más tiempo y dedicación le llevó a lo largo de su vida, la traducción completa en verso holandés del Salterio, publicada en 1566 en Londres con el título de De Psalmen Davidi in Nederlanddische sangsryme.

    Por esas mismas fechas, Trubar se vio obligado también a marchar de nuevo al exilio, coincidiendo con la finalización del Concilio de Trento y como consecuencia de la negativa del archiduque Carlos II a aceptar la organización independiente de las iglesias reformadas eslovenas que estaba llevando a cabo Trubar. En 1565 se traslada, esta vez a Derendingen, barrio hoy de Tubinga, la famosa ciudad universitaria del ducado de Wurtenberg que ya entonces se había convertido en uno de los baluartes de la teología luterana. Aquí Trubar volvió a casarse un par de veces y continuó durante varias décadas sus trabajos de traducción, entre los que destacan, como en el caso de Utenhove, una versión en esloveno de los Salmos, Ta celi psalter Dauidou, de 1566, e igualmente la versión completa del Nuevo Testamento, Ta celi novi Testament, de 1582.

    Primož Trubar vivió exiliado en Derendingen hasta su muerte en 1586 con casi 80 años; mucho antes, en 1568, con apenas 50 había muerto ya Jan Utenhove en su exilio londinense. A lo largo de esa segunda mitad del siglo XVI, a la vez que en las regiones donde se habían refugiado Trubar y Utenhove, Inglaterra y Wurtemberg, se iba consolidando la Reforma, en sus Carniola y Flandes natales, la Contrarreforma comenzó a borrar las huellas de su trabajo, sepultándolas durante décadas bajo el furor religioso de la Guerra de los 30 años. [E. G.]