HISTORIA DE UNA CIGÜEÑA 

Y DE LA ZORRA QUE LA INVITÓ A CENAR

 

    I: 

    Ningún otro género literario ofrece una continuidad tan evidente entre la Antigüedad y Europa como la  fábula . La comedia o la sátira tienden también lazos de unión entre estas dos grandes etapas de la civilización occidental pero responden a reconstrucciones esencialmente retóricas y anacrónicas. Entre la Aulularia de Plauto y El avaro de  Molière median , además de casi 2.000 años de distancia, una voluntad y una necesidad de adaptación que las hace, pese a su estrecha vinculación, muy diferentes. La fábula clásica, en cambio, se mantuvo viva a lo largo de un periodo incluso más largo, desde Esopo a Lafontaine, sin grandes variaciones ni largos vacíos. Como vamos a ver a continuación, cuando el poeta francés vuelve sobre las viejas fábulas, no hace más que repetir una secuencia que venía siendo un lugar común en la historia de la literatura de Occidente desde la época de Augusto. A continuación nos disponemos a seguirle la pista a una única fábula, a modo de ejemplo, a lo largo de un periodo de veinticinco siglos hasta nuestra época, representada por un grabado del pintor ruso de ascendencia judía y nacionalidad francesa Marc Chagall: la fábula de la zorra y la cigüeña. Conservada entre las de Fedro, su versión más antigua, en latín, data de la primera mitad del siglo I d.C. y dice así:

 

Libro I - XXVI. Vulpis et Ciconia

Nulli nocendum, si quis vero laeserit,
multandum simili iure fabella admonet.
Ad cenam vulpes dicitur ciconiam
prior invitasse, et liquidam in patulo marmore
posuisse sorbitionem, quam nullo modo
gustare esuriens potuerit ciconia.
Quae, vulpem cum revocasset, intrito cibo
plenam lagonam posuit; huic rostrum inserens
satiatur ipsa et torquet convivam fame.
Quae cum lagonae collum frustra lamberet,
peregrinam sic locutam volucrem accepimus:
'Sua quisque exempla debet aequo animo pati'.

 

    El texto presenta todas las características propias del género: los protagonistas son animales humanizados y su propósito evidente consiste en transmitir una enseñanza moral que se expresa en un poema corto, sencillo y de escasas pretensiones literarias. La peculiaridad del texto de Fedro sería, en todo caso, su forma poemática ya que su modelo griego, Esopo, escribió las suyas en prosa y esta en concreto, además, como vamos a ver de inmediato, acaso sea una de ellas. 

    Aunque sobre la propia existencia de Fedro llegó a haber en su momento casi tanto debate como sobre la de Esopo, en la actualidad se lo considera un autor real de la época de Claudio. Sus obras contaban, pues, con más de medio siglo de antigüedad cuando el historiador griego Plutarco anota lo siguiente en sus Charlas de sobremesa: 

 

        En cambio, los que suscitan tales cuestiones en nada se mostrarían más oportunos para la convivencia que la grulla y la zorra de Esopo. Esta última, derramando un graso puré de legumbres sobre una roca lisa, convidó a la grulla, quien no se banqueteó sino que hizo el ridículo, pues por su fluidez escapaba el puré a su largo pico. Por ello, la grulla, a su vez, le devolvió la invitación, ofreciéndole la cena en una redoma de cuello largo y estrecho, de modo que ella podía introducir fácilmente su pico y saborearla, y la zorra, en cambio, como no podía, recibió la invitación merecida. 1, 5. 

 

    Tan evidente es que Plutarco, aunque mencione a una grulla, se está refiriendo a la fábula de la que aquí tratamos como que atribuye su creación al mítico fabulista griego del siglo VI a.C. Nos hallamos, pues, ante la siguiente disyuntiva, o Plutarco, polígrafo de renombre, se equivoca, confundiendo un clásico popular griego con un texto menor latino, o la fábula de Fedro era de origen helénico y nos hallamos ante una adaptación latina versificada. Dada la general dependencia de la literatura latina de sus modelos griegos y la propia existencia de adaptaciones versificadas de Esopo en griego en ese mismo siglo II -Babrio-, resulta difícil no dejarse atraer por la segunda posibilidad. En cualquier caso, nuestra pareja protagonista había comenzado ya su andadura en el siglo I d.C dentro de una tradición literaria que se remontaba, como mínimo, al VI a.C. y que se va a prolongar sin modificaciones significativas hasta el IV d.C. En este siglo todavía hallamos la colección de fábulas en buena parte originales de Aviano, las últimas de la Antigüedad grecorromana, que cerraban más de un milenio de tradición literaria continuada. 

 

    II: 

    Las fábulas han sido siempre, por su sencillez y aplicación moral práctica, un elemento habitual de la pedagogía occidental y en el contexto escolar se han movido casi siempre las reediciones de sus textos. Sin embargo, los germanos parecen haber desconocido este género literario, por lo que la tradición fabulística sufrió su única ruptura significativa con la desaparición del Imperio Romano de Occidente. A ello contribuyó también, sin duda, la ausencia de fábulas en la tradición literaria hebrea y el poco interés que, como consecuencia, mostró la Iglesia primitiva al respecto. Sin embargo, no es menos cierto que este paréntesis abierto en el siglo V va a cerrarse rápidamente, y ya en los primeros siglos de la Alta Edad Media hallaremos las primeras reediciones de fábulas clásicas y, más concretamente, de las fábulas de Fedro, entre las que se cuenta la nuestra. La recuperación del género fabulístico en la Edad Media europea está vinculada, como su origen, a un autor mítico, en este caso Romulus, un escritor que en el siglo VI habría prosificado en una colección única diversas fábulas clásicas para uso escolar de su hijo Tiberinus. Se tiene por fantástica esta tradición pero lo cierto es que contamos con una serie de manuscritos emparentados entre sí, el más antiguo del siglo IX, que responden al nombre de Romulus, presentan rasgos lingüísticos propios del V y parecen haber sido la base de casi toda la tradición fabulística medieval desde María de Francia hasta el Arcipreste de Hita pasando por Ademar de Chabannes o Walter de Inglaterra. El más antiguo de estos manuscritos, el Romulus ordinarius, lo componen 83 fábulas y entre ellas una nueva versión de “La zorra y la cigüeña”:

 

    De vulpe et ciconia

    Vulpes invitavit Cyconiam ad prandium, liquidaque cibaria ei in patella apposuit, que illa (nec) sumere nec scivit, nec potuit. Vulpe igitur saturata que modum sumendi scivit, Cyconia ieiuna recessit et vacua. Deinde post breve tempus Cyconia Vulpi vicem rederre non neglexit, ipsamque invitatam ad cenam in domum suam introduxit, et bonas epulas in vitrea ampulla ei preposuit, monuitque eam ut diligenter comederet. At illa, cum pre angustia vasis cibum attingere non posset, se delusam cognoscens, erubuit valde. Tunc ait ei Cyconia : Si bona ministrasti, bona recipe; si minus, hoc nobis indulge.
    Moralitas. Sic monemur aliis facere que nobis fieri cupimus, quia munus dat munus et geminos calaphos (sic pro colaphos) non numquam rederre solet unus.

 

    Mucho más conciso es otro de los herederos de esta tradición textual, Ademar de Chabannes, un escritor de la abadía de san Marcial de Limoges en el siglo XI, del que, para no resultar cansino, copiaré solo la “moralitas”: Nullum deridere alium, et qui uerbis se deludent, ita uere fatigantur iniuria. Pero lo más interesante en este momento es la aparición, muy poco después, de otras versiones del Romulus, de nuevo versificadas a la manera del original, que todos desconocían. Tales son, ambos en la segunda mitad del siglo XII y entre otros, Novus Aesopus de Alexander Neckam o el Romulus de Gualterius Anglicus, de donde reproducimos una vez más nuestra fábula:

 

De vulpe et ciconia.

Vulpe vocante, venit speratque ciconia cenam;
Fallit avem liquidus, vulpe iocante, cibus.
Cum bibat ista cibos, solum bibit illa dolorem:
Hic dolor in vulpem fabricat arma doli.
Sunt pauci mora pauca dies; avis inquit: "Habemus
Fercula que sapiunt: dulcis amica, veni."
Hec venit; hec vase vitreo bona fercula condit,
At solam recipit formula vasis avem.
Laudat opes oculo vasis nitor; has negat ori
Formula: sic geminat visus odorque famem.
Sic vulpes ieiuna redit, sic fallitur audens
Fallere, sic telo leditur ipsa suo.
Quod tibi non faceres alii fecisse caveto,
Vulnera ne facias que potes ipse pati.

 

    Como vemos, a partir del siglo IX pero en conexión directa con el VI, comenzamos a encontrar colecciones de fábulas, derivadas en buena parte de Fedro, que van siendo copiadas una y otra vez y divulgadas, hasta ahora solo en latín, por toda Europa tanto en verso como en prosa. Sin embargo, hemos de olvidarnos por ahora, y al menos hasta el siglo XV, de la zorra y la cigüeña primigenias, la vulpe y la ciconia contemporáneas de Séneca, pues el Fedro original seguía desaparecido. Aun así, insistiremos una vez más en la diferencia: mientras que la recuperación de, por ejemplo, las tragedias del propio Séneca habría de salvar una inmensa brecha de 1.500 años, estas fábulas clásicas, aunque manoseadas y deformadas, recorrieron ese mismo lapso de tiempo sin dejar nunca de estar presentes en la tradición cultural de Occidente.

 

    III: 

    No es de extrañar, pues, que las fábulas clásicas, sobre todo las que formaban el núcleo esencial del Romulus altomedieval, acabaran incorporándose al acervo común de la cultura europea. Así, encontraremos al perro sobre el puente con un trozo de carne en la boca entre las fábulas de María de Francia, escritas en Inglaterra en anglonormando en el siglo XII, al cuervo con su queso en el pico sobre la rama en el anónimo Roman de Renart francés del siglo XIII y al lobo y la raposa querellados ante don Ximio en el Libro del Buen Amor castellano, escrito por el Arcipreste de Hita en el XIV. Y aunque no hayamos mencionado ahora a nuestros protagonistas, estos seguían presentes en muy diferentes manifestaciones artísticas como muestran el capitel románico de la colegiata de Sant’Orso, del siglo XII, en Aosta (ducado de Saboya) y, sobre todo, los Proverbios holandeses (Nederlandse Spreekwoorden) pintados en 1559 por Pieter Brueghel el Viejo en Amberes. Allí, casi en el centro exacto del cuadro, distinguiremos a la cigüeña picoteando a través del largo cuello de su jarrón, mientras la zorra, con una amplia servilleta blanca al pecho, parece lamentar que su torpe engaño la vaya a dejar sin cena.

    La tela de Brueghel, al incluir la fábula de la zorra y la cigüeña entre otros muchos refranes populares (De haan en de vos hebben elkaar te gast / Donde las dan las toman, vendría a ser el proverbio), nos traslada a un ámbito diferente, aunque relacionado con él, por supuesto, de la cultura latina clásica en el que nos veníamos moviendo hasta ahora. Resulta evidente que a partir del contexto educativo y escolar latino al que pertenecía el género de la fábula, estos textos habían ido derivando hacia la cultura popular y la enseñanza en lenguas vulgares. Seguirle la pista a este proceso, implica revisar una serie de obras literarias de gran difusión durante la Baja Edad Media traducidas a todas las lenguas vernáculas europeas con el título genérico de Esopo.

    Aesopus no pasa de ser, en principio, un nuevo título bajo el que recoger y ampliar ese conjunto de fábulas clásicas de diversas procedencias que venía conociéndose como Romulus. Frente a ese fabulista latino de ficción de la Alta Edad Media, fue tomando cuerpo, retomando en realidad, la figura del no menos legendario fabulista griego, padre del género. La novedad va a ser que, en un contexto europeo muy diferente, pero con la misma voluntad educativa, el Esopo será traducido a las más diversas lenguas para que su utilización en la enseñanza infantil sea más amplia, coincidiendo, además, con los primeros tiempos de la imprenta. Gerard de Minden ya había vertido al bajoalemán en el siglo XIV el propio Romulus, con la zorra y la cigüeña en el número 76. Del mismo modo, en la península itálica se han recogido hasta veinte traducciones de las fábulas de “Esopo” a lo largo de los siglos XIII y XIV, entre las que destaca un Esopo toscano, escrito por un fraile dominico a partir del ya conocido Romulus de Walter de Inglaterra; igual procedencia se le otorga al Livro de Exopo portugués también del XIV. Incluso mucho más tarde, en la lejana Escocia y en escocés medio, escribirá todavía Robert Henryson sus Morall Fabillis, a finales del siglo XV, reutilizando ese mismo material latino medieval. 

    Sin embargo, la secuencia divulgativa más interesante en este mismo sentido es la que inicia en la segunda mitad del siglo XV Heinrich Steinhöwel, rector de la Universidad de Heidelberg y médico personal del duque de Württenberg. Steinhöwel llevó a cabo primero, en 1477, su propia recopilación de fábulas latinas en prosa que, además del Romulus incluía composiciones de Babrio, de Aviano y otros, con el título, tan previsible, de Aesopus. Muy poco después, en 1480, el propio Steinhöwel volvía a publicar estas mismas fábulas traducidas al alemán. En ambos casos se trataba de libros impresos e ilustrados, destinados a convertirse en auténticos bestsellers europeos gracias a una larga serie de reimpresiones y traducciones. Copio a continuación, a modo de ejemplo, una versión del Ysopete castellano (Valencia, 1520), impreso por vez primera en Zaragoza en 1482 por el impresor de Constanza Pablo Hurus, con una traducción de la versión latina de Steinhöwel que reproducía incluso los grabados del original:


            La .XIII. de la raposa y de la cigüeña. 

        Cómo lo que no quieres para ti no dever procurar a otro, se coje d' esta figura. raposa combidó primeramente a la cigüeña y puso ante ella el manjar e vianda rala y no espessa en un plato, del qual no podía bien tomar con el pico. E assí tornó del combite para su casa hambrienta. 

    Después de algunos días, ella rogó a la raposa que fuesse con ella a cenar, e acordándosele de la burla que avía recebido de la raposa, dízese que la cigüeña puso las viandas dentro en una vasija de vidrio, en la qual no podía caber el rostro e boca de la raposa. La cigüeña, començando a comer primero de aquella vianda, e alabándola cómo era buena e sabrosa, rogó a la raposa que comiesse d' ella, la qual, sintiendo la burla e viéndose escarnescida, dízese que la cigüeña le dixo assí: 

    - Amiga, si buena vianda me diste a comer, toma otra tal. E si lo tomas por mal, perdonar deves, ca es galardón del tu trabajo, e assí se paga una burla o injuria por otra. 

    Requiere esta fábula a todos los burladores de dicho o de hecho, que quando otra semejante burla se les torna a hazer, que lo tomen en paciencia. Si el burlador fuere burlado, súfralo de grado.

 

    El Esopo de Steinhöwel se halla detrás, igualmente, de la traducción de estas fábulas al checo en 1488 y de la versión francesa, llevada a cabo por el clérigo lyonés Julien Macho, que había publicado su Esopo ya en el temprano año de 1480. Esta edición, a su vez, cruzó de inmediato el Canal de la Mancha para servir a William Caxton para su propia traducción inglesa de 1484. Y a esta todavía se añadió, solo un año después, la versión holandesa, también traducida del francés. Copio aquí la publicada por Caxton, traducción, pues, de la traducción de una adaptación.

 

        2.13. Of the foxe and of the storke

        Thow oughtest not to doo to other that whiche thow woldest not that men shold doo to the wherof Esope reherceth to vs suche a fable of a foxe which conueyed a storke to souper and the foxe put the mete vpon a trauncher the whiche mete the storke myght not ete wherof she tooke & had grete displaysaunce & wente & departed oute of the foxes hows al hongry and wente ageyne to her lodgys and by cause that the foxe had thus begyled her she bythoughte in her self how she myght begyle the Foxe for as men saye it is meryte to begyle the begylers wherfore the storke prayd the foxe to come and soupe with her and put his mete within a glas and whanne the foxe wold haue eten he myght not come ther by but only he lycked the glas bycause he cowde not reche to the mete with his mouthe and thenne he knewe wel that he was deceyued and thenne the storke sayd to hym Take of suche goodes as thow gauest to me and the poure foxe ryght shameful departed fro thens and with the staf which he had made he was bete And therfore he that begyleth other is oftyme begyled hym self.

 


    IV: 

    Vemos que en pleno Renacimiento nuestras fábulas latinas forman parte ya de la literatura vernácula más popular en, al menos, holandés, alemán, checo, inglés, escocés, francés, castellano, italiano o portugués. Pero hemos de recordar de nuevo que toda esta bandada de cigüeñas medievales vuela al margen de la de Fedro. Hemos ido anotando prosificaciones y versificaciones, traducciones y adaptaciones, incluso traducciones de traducciones, pero el texto original latino seguía olvidado en alguna recóndita estantería monacal. Ese olvido podría haber cesado a mediados del siglo XV cuando un importante humanista italiano, Niccolò Perotti, antiguo secretario del cardenal Bessarion y obispo él mismo, se hizo con un manuscrito del fabulista latino. Sin embargo este texto no llegó a divulgarse entonces e, inédito hasta 1808, ninguna de las ediciones mencionadas más arriba pudo tenerlo en cuenta.

    Hubo que esperar hasta 1596 para que un filólogo francés, Pierre Pithou, encontrara un manuscrito del siglo IX con la fábula original de Fedro y lo publicara en Troyes, su ciudad natal, tres años después. Y en Francia va a ser, ya en el siglo XVII, cuando nuestros protagonistas van a alcanzar su máxima popularidad y su inmortalidad literaria, de manos del fabulista europeo por antonomasia, Jean de Lafontaine. Copio, por fin, su poema, aparecido en 1668 con el número 18 del libro primero de sus Fables choisies mises en vers, dirigidas a Monsieur le Dauphin, de seis años cuando Lafontaine se las dedicó.

 

            Le Renard & la Cicogne. 

        Compere le Renard ſe mit un jour en frais, 

        Et retint à diſner commere la Cicogne. 

        Le régal fut petit, & ſans beaucoup d’appreſts ; 

        Le galand pour toute beſogne Avoit un broüet clair 

        (il vivoit chichement.) 

        Ce broüet fut par luy ſervy ſur une aſſiette : 

        La Cicogne au long bec n’en put attraper miette ; 

        Et le drôle eut lapé le tout en un moment. 

        Pour ſe vanger de cette tromperie, 

        A quelque temps de là la Cicogne le prie : 

        Volontiers, luy dit-il, car avec mes amis 

        Je ne fais point ceremonie. 

        A l’heure dite il courut au logis 

        De la Cicogne ſon hôteſſe, 

        Loüa tres-fort la politeſſe, 

        Trouva le diſner cuit à point. 

        Bon appetit ſur tout ; 

        Renards n’en manquent point. 

        Il ſe rejoüiſſoit à l’odeur de la viande 

        Miſe en menus morceaux, & qu’il croyoit friande. 

        On ſervit pour l’embarraſſer 

        En un vaſe à long col, & d’étroite embouchure. 

        Le bec de la Cicogne y pouvoit bien paſſer, 

        Mais le muſeau du Sire eſtoit d’autre meſure. 

        Il luy fallut à jeun retourner au logis ; 

        Honteux comme un Renard qu’une Poule auroit pris, 

        Serrant la queuë, & portant bas l’oreille. 

        Trompeurs, c’eſt pour vouſ que j’écris, 

        Attendez-vous à la pareille.

 

    Y de esta misma época y contexto era la fuente construida entre 1672 y 1674, a partir de esta misma fábula, para la decoración del “Laberinto de Versalles”, diseñado por Le Notre para el Petit Palais. De este modo, la zorra y la cigüeña, vinculadas tanto al esplendor decorativo del Siglo de Oro francés como a la formación moral del más importante príncipe de Europa, van a imponerse, junto a sus compañeros de colección, entre los más destacados motivos literarios del Neoclasicismo europeo, tan interesado por la educación y la moral. No ha de extrañarnos, por lo tanto, que encontremos una nueva versión inglesa anónima de la fábula en el Youth’s entertaining and instructive calendar for the jubilee year 1750 (31 de abril) u otra castellana de 1781 en las Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Bascongado, es decir, para los hijos de la nobleza vasca. Todo esto sin olvidar que buena parte de las fábulas de Fedro, directamente o a través de Lafontaine, nutren las colecciones de todos los grandes fabulistas europeos del XVIII como el alemán Lessing, el polaco Krasicki o el ruso Krylov.

    De este modo, la zorra y la cigüeña, formaban parte a principios del siglo XIX de los textos escolares e infantiles más populares e influyentes de todas las naciones europeas y su idea central -cuidado con lo que haces a los demás, porque te pagarán con la misma moneda-, llevaba siglos siendo una de las ideas fundamentales de la educación moral básica de nuestra sociedad. No es de extrañar, pues, que sigamos encontrando el argumento de nuestra fábula también fuera de la literatura como en el primerizo cuadro Fábula, de Gustav Klimt, pintado en Viena en 1883, en otra fuente, construida por el español Eduard Alentorn en 1884 en el parque de la Ciudadela de Barcelona o en el ya citado grabado parisino de Marc Chagall para las Fábulas de Lafontaine de hacia 1928. [E. G.]