SIGLO XIII: LA CONSOLIDACIÓN DE UN MODELO EUROPEO

    La sociedad europea del siglo XIII comparte ya un modelo común que se había ido configurando a lo largo de las centurias anteriores y que en estos momentos alcanza una gran homogeneidad interna y una demostrada capacidad de expansión fuera de sus fronteras originarias. Esa configuración cultural, propia de estos siglos de la Edad Media Central y decisiva para el resto de nuestra historia, admite una definición bastante sencilla: unidad ideológica y fragmentación política.

    En primer lugar, hacia 1200, la fragmentación política de Europa es ya irreversible. El único actor que hubiera podido forzar esa unidad, el Imperio, se va a demostrar definitivamente, al menos desde la muerte de Federico Barbarroja, incapaz de imponerla incluso en lo que, en teoría, podría formar parte de su territorio original, Italia, y la lucha entre Imperio y Papado, que había marcado los siglos anteriores de la historia de Europa, va a resolverse finalmente en una especie de tablas que en realidad supuso el triunfo definitivo de los poderes políticos regionales de la periferia como Francia, Inglaterra, Castilla, Portugal, Aragón, Nápoles, Flandes, Polonia o Hungría. Por otra parte, el único modelo de poder político de base religiosa –aparte de los propios Estados Pontificios-, los reinos cruzados de Oriente, a lo largo de este siglo XIII van a ir siendo reintegrados al dominio islámico sin afectar apenas al devenir de Europa. Así, la expansión europea por el propio continente, donde sí logra grandes éxitos, no va a seguir los esquemas de la Primera Cruzada. En la península ibérica, donde el éxito es mayor, serán los propios estados regionales ya consolidados, sobre todo Castilla, los que lleven a cabo la europeización de amplios territorios fuertemente islamizados. En el otro extremo del continente, en el Báltico, aunque en principio el modelo parece más cercano al de Oriente y la conquista y colonización de Prusia y Livonia es llevada a cabo a cabo por una orden de caballería fundada en Palestina, la organización política de los territorios de la orden teutónica se vincula desde el principio a la expansión territorial del Imperio Germánico.

    Por lo tanto, en lo que respecta a la relación política entre las autoridades administrativas regionales y el centro religioso común, la configuración definitiva del modelo europeo se diferencia nítidamente en el siglo XIII del modelo islámico, en el que unidad política y unidad religiosa van de la mano con una clara preponderancia de la segunda sobre la primera, y también del modelo bizantino, que mantuvo igualmente una rígida unidad político-religiosa, aunque en este caso el predominio lo tuviese el poder político. En esa misma línea de organización claramente diferenciada de poderes políticos y espirituales podemos englobar uno de los grandes acontecimientos “religiosos” europeos del siglo XIII, el desarrollo de las nuevas órdenes monásticas, sobre todo la de los dominicos. En efecto, con su aprobación en 1216, durante la cruzada albigense, y su vinculación inmediata al recién creado tribunal de la Inquisición,  el Papado reclamaba y obtenía para sí el control ideológico de todos los territorios europeos y la colaboración interesada de los poderes regionales de la zona correspondiente. Precisamente el éxito de esa cruzada interna, en la que el reino de Francia y el Papado se apoyaron mutuamente, el uno para extender sus dominios directos y el otro para consolidar su exclusividad espiritual, dio idea del camino que iban a seguir las relaciones entre la Iglesia y los estados en Europa a partir de entonces. Y además, este modelo de colaboración resultó ser enormemente efectivo también para la ampliación de las fronteras de Europa en la península ibérica, como ya hemos señalado, e igualmente en el norte de Europa, donde cada potencia regional va a procurar extenderse aplicando el mismo modelo: los polacos conseguirán la conversión y unión con Lituania, los caballeros teutónicos se harán con la conquista y conversión de Livonia, los reyes de Suecia extenderán su dominio católico sobre el ducado de Finlandia y la Carelia ortodoxa... Conversión religiosa al catolicismo y adscripción administrativa a un poder regional ya existente serán el símbolo de identidad del proceso de expansión europea a partir de este momento.

    Al mismo tiempo, la unidad cultural europea durante todo el siglo XIII se consolida. Los poderes políticos regionales dejan en manos del poder religioso central la autoridad necesaria para vigilar la ortodoxia ideológica y para marcar las líneas de desarrollo cultural. Si en el entorno catedralicio había sido donde habían aparecido las universidades y en el monacal donde se había desarrollado el arte románico, de nuevo van a ser catedrales y monasterios los centros de creación y difusión de un nuevo arte, el más plenamente europeo de toda la Edad Media, el gótico. Ese mismo siglo XIII es también el del auge de la Escolástica como manifestación definitiva del pensamiento religioso medieval europeo, el siglo de Tomás de Aquino y de su Summa Theologica. Y no es una casualidad que el más influyente de los pensadores de la ortodoxia católica perteneciese a la Orden de Predicadores, los dominicos, que, como hemos visto antes, fue el brazo intelectual del Papado en el proceso de control ideológico de Europa. La existencia de estos modelos culturales globales, así como el mantenimiento de una lengua de cultura común, el latín, hizo que el desarrollo general de toda Europa fuera esencialmente homogéneo desde la segunda mitad del siglo XII hasta la primera mitad del siglo XIV. Filósofos, legisladores, científicos, arquitectos, artistas e incluso poetas tenían un horizonte intelectual común y un ámbito de difusión y de prestigio similar. Solamente quedaba fuera de él, en teoría, la expresión literaria en lengua vulgar, que por su propia condición no podía difundirse más allá de las fronteras lingüísticas del texto. Sin embargo, la presión generalizadora de la cultura europea era tan grande que incluso esas fronteras culturales internas se rompieron. Por un lado, las diferencias entre las lenguas románicas no eran tan grandes que no permitieran la comprensión, el aprendizaje o la imitación directa. Además, el provenzal se erigió como lengua literaria de prestigio, similar, en este ámbito de la poesía lírica, al latín, y la poesía provenzal dio los moldes comunes y los criterios de valoración generales no solo a la lírica escrita en otras lenguas románicas como el portugués sino incluso a la de lenguas germánicas como el altoalemán. A su vez, en el ámbito narrativo, la épica anglonormanda de tema bretón y la chanson de geste francesa crearon también modelos literarios que se difundieron por el resto de Europa tanto en traducciones y versiones como en recreaciones adaptadas a la épica local.

    En resumen, durante más de doscientos años, en esta Edad Media Central europea cuyo núcleo fue el siglo XIII, la definitiva fragmentación política de Europa no solo no dificultó sino que fomentó la homogeneidad cultural de un continente cada vez más extenso y más consciente de su propia unidad. [E. G.]