PORTUGAL: LA FACHADA ATLÁNTICA DE HISPANIA

    El reino de Portugal nace a principios del siglo XII como consecuencia de la política expansionista europea frente al Islam que caracteriza a la época de las cruzadas y el auge de nuevas entidades políticas cristianas favorecido por el deseo de preeminencia del Papado. En este contexto, cuando el ideal de la Cruzada aporta una justificación histórica a la expansión en Al-Ándalus, Enrique de Borgoña encuentra en los territorios musulmanes situados al sur de su feudo en el Duero, el ámbito ideal para la creación de un nuevo reino, independizado poco a poco de su núcleo originario, el reino de León, demasiado ocupado en luchas intestinas para evitarlo. El proceso es similar y coincidente en el tiempo con la separación definitiva de los condados catalanes de su matriz franca.

    El primer rey de Portugal, Alfonso Enríquez, se sirvió para imponer su expansión hacia el sur de las propias tropas cruzadas, que en 1147 le ayudaron a conquistar la capital de su nuevo reino, Lisboa. De todos modos, solo en el año 1179 fue reconocida y protegida por Roma la legitimidad del monarca y su autoridad sobre las tierras arrebatadas a los musulmanes. Además, el desarrollo como reino cruzado de Portugal fue muy breve ya que poco más de un siglo después ya había extendido sus límites hasta el Algarve. Por el contrario, los enfrentamientos con Castilla-León, de donde se había desgajado inicialmente, se prolongaron hasta el siglo XVII y fueron mucho más definidores de la historia portuguesa.

    A lo largo de la Edad Media, Portugal fue capaz no solo de defenderse militar y culturalmente del imperialismo castellano, desarrollando incluso una lírica culta en su propia lengua romance que sus vecinos consideraron durante mucho tiempo de mayor prestigio que la suya, sino que sentó las bases de su propio imperio, gracias al dominio de las rutas atlánticas. El éxito de la circunnavegación de África en la segunda mitad del siglo XV y la apertura de una vía comercial alternativa a la Ruta de la Seda, pusieron a Portugal a la cabeza del desarrollo técnico y económico de Europa en los inicios del Renacimiento. Por último, el segundo Tratado de Tordesillas de 1494 y la colonización de Brasil convirtieron a Portugal en una de las dos grandes potencias colonizadoras europeas, junto con Castilla.

    Estas relaciones estuvieron a punto de dar lugar a una España alternativa en la época de los Reyes Católicos. A la muerte del primogénito Juan, primero la reina de Portugal, Isabel de Aragón, y luego su hijo Miguel se sucedieron durante el último lustro del siglo XV como herederos de los reinos de sus padres, lo que habría hecho del príncipe Miguel de Avis rey de una España portuguesa. La muerte del príncipe en el año 1500 frustró esa unión y, pese a las múltiples relaciones familiares entre las casas reales, las relaciones políticas entre España y Portugal no fueron cómodas a lo largo del siglo XVI. De hecho, el más importante de los escritores renacentistas portugueses, Lois de Camôes, construyó su gran obra épica nacional,  Os Lusiadas , como reivindicación de un origen clásico alternativo para Portugal, la provincia romana de Lusitania, frente a la pretensión, igualmente clásica e igualmente fantástica, del imperialismo castellano, que reclamaba la reconstrucción de Hispania. En cualquier caso, la muerte del rey Sebastián en Alcazarquivir dio el trono de Portugal al rey Felipe II, que reunió de este modo en sus manos los dos mayores imperios coloniales europeos de la época.

    La fragilidad de esta unión y la fuerte personalidad que había conseguido Portugal durante la Edad Media, quedaron demostradas de inmediato por la facilidad con la que esa unión se deshizo durante la Guerra de los 30 años. Sin embargo, aunque de nuevo independiente, el Imperio Portugués no volvió a tener nunca la pujanza anterior. Tolerado y, en ocasiones, aprovechado por el nuevo señor de los océanos, el Reino Unido, Portugal llegó a convertirse en el siglo XIX, sobre todo tras la intervención de Wellington en las guerras napoleónicas, en una de las regiones europeas donde mayor influencia tuvo la política británica.

    De todos modos, desde el siglo XVIII Portugal se ha desarrollado como cualquier otra entidad menor europea, de acuerdo con las pautas generales que se difundían desde los grandes centros culturales del continente. En una segunda línea, como España, Polonia, Austria y tantos otros, Portugal tuvo su Neoclasicismo, su Romanticismo y su Realismo, sin llegar a hacer nunca ninguna aportación fundamental al conjunto pero sin quedar tampoco descolgado de su entorno cultural europeo. Solo en el primer tercio del siglo XX, durante la época de las Vanguardias, Portugal ha vuelto a proporcionar a Europa un modelo inesperado y magistral de la vida cultural europea: el poeta de los heterónimos, Fernando Pessoa.

    Por lo demás, desde el punto de vista político la historia de Portugal también ha sido poco relevante y previsible durante los siglos XIX y XX. Como España, perdió lo fundamental de su Imperio durante el siglo XIX y, como Reino Unido y Francia, hubo de dar la independencia al resto tras la II Guerra Mundial. Pasó de ser reino a república por la misma época que Alemania o Rusia y tuvo un gobierno fascista en los años 30, como Italia y Alemania, que supo mantenerse hasta los años 70, como en España. Por último, culturalmente, cedió el testigo a la gran nación lusófona de América, Brasil, en la segunda mitad del siglo XX, igual que lo hicieron con sus correspondientes otros países europeos como Reino Unido o España. [E.G.]