FAUSTO: UNA TRAGEDIA SOBRE LA PASIÓN POR LA VIDA

    Como sucede con la Divina comedia de Dante, con el Quijote de Cervantes o con la poesía de los heterónimos de Pessoa, la grandeza del Fausto de Goethe proviene, sobre todo, de su multiplicidad. Sintetizar un significado esencial o desarrollar una línea exclusiva de interpretación de estas obras implicaría limitarlas, mutilarlas y, sobre todo, hacer ininteligible la razón fundamental de su trascendencia: la posibilidad o, mejor, la exigencia de una lectura múltiple.

    Fausto, como el Quijote, está compuesto por dos partes bien diferenciadas en todos los sentidos, redactadas en dos largos periodos muy diferentes de la vida del autor y publicadas por separado. Las diferencias entre Fausto I y Fausto II, que es como se denominan habitualmente estos dos partes, no son solamente de estilo o de composición sino, sobre todo, de concepción, de desarrollo y de sentido.

    Fausto I fue concebido por Goethe durante su etapa literaria juvenil vinculada con el Sturm und Drang y presenta todas las características formales y temáticas propias de este movimiento: ambientación historicista, preocupaciones germanísticas, puesta en escena revolucionaria, violencia dramática y lingüística, sentimentalismo, irracionalidad... Esta primera parte del Fausto fue iniciada por su autor durante su estancia en Frankfurt hacia 1773, cuando tenía poco más de veinte años, y concluida con más de cincuenta a finales de siglo, durante su periodo de mayor relación con Schiller. Un primer fragmento de la pieza fue publicado en 1790 y la obra completa, con el título de Fausto. Una tragedia, en 1808.

    Fausto II contiene la terminación proyectada desde el principio para la obra, por lo que, al menos parcialmente, estaba concebido ya al comenzar el siglo XIX. Sin embargo, durante la segunda década del siglo Goethe no parece muy interesado en la continuación del proyecto. Solo cuando hacia 1825 decide publicar sus obras completas, se anima a terminar esta pieza dramática que le llevaba ocupando toda la vida. En 1827 Goethe publica el acto III, que estaba destinado a ser el núcleo de Fausto II, con el título de Helena, fantasmagoría clásico-romántica. Y por fin, en su último año de vida, Goethe concluye la versión definitiva de la obra, al tiempo que prohíbe que sea publicada hasta después de su muerte.

    Esta segunda parte de Fausto apenas puede considerarse una obra teatral, o lo es solo en la medida en que lo sea    La Celestina    de Rojas, es decir, al margen de su improbable representación. De hecho, ésta solo ha sido posible en tiempos mucho más modernos, cuando las técnicas teatrales han puesto a disposición de los directores recursos escénicos con los que no se podía ni soñar hace dos siglos. Por otra parte, Fausto II no tiene estructura dramática sino que está compuesto de secuencias que se suceden de forma yuxtapuesta con la intención de mostrar al lector –Goethe no parece haber pensado en espectadores- las diferentes facetas y posibilidades que ofrecía la personalidad del protagonista. Debido a esa falta de tensión dramática original, el texto admite todo tipo de digresiones y se permite ampliaciones líricas y discursivas que no serían posibles en una obra pensada para la representación.

    Si de la obra de Cervantes no resulta difícil destacar literariamente la segunda parte o de la Divina comedia es innegable que el Infierno ha tenido una repercusión cultural incomparablemente superior al Purgatorio, en el caso de Fausto, como en el de los heterónimos de Pessoa, no es tan sencilla la valoración. Desde un punto de vista estrictamente literario parece claro que Fausto I es una pieza teatral muy superior a Fausto II. Igualmente, como icono cultural, la figura de Margarita ha tenido un recorrido en la cultura europea que ha anulado por completo a la de Helena, que, por otra parte, resulta una de las creaciones literarias más endebles de su autor. En general, de todo el Fausto II solo el último acto nos parece en la actualidad a la altura del mito literario de Fausto.

    De todos modos, desde el punto de vista de la historia de la literatura europea, no podemos desdeñar sin más ese Fausto II, que, al fin y al cabo, fue una de las obras en que más empeño puso su autor y que responde a algunas de las inquietudes que han hecho de Goethe un autor fundamental en nuestra literatura, sobre todo, la búsqueda de una superación de la fractura romántica a través de un nuevo clasicismo.

    Goethe fue el primer escritor europeo en darse cuenta de que las tendencias culturales centrípetas activadas en esas primeras décadas de la Etapa Disolvente podían acabar con la cultura europea tal y como se había desarrollado hasta su época. Por eso, en la segunda mitad de su vida se entregó por completo a la reconstrucción de un nuevo clasicismo, que como siempre en historia cultural de Europa, pasaba por una readaptación de los motivos formales y temáticos grecolatinos. A esta tendencia responden obras tan importantes en su trayectoria literaria como las Elegías romanas, Hermann y Dorotea o Wilhelm Meister. Ciertemente, Goethe fracasó en su intento y la literatura europea del XIX dio la espalda a esta parte de su legado. Por ello, en la actualidad solo el Fausto I y el Werther, es decir, sus dos obras más plenamente románticas siguen siendo comúnmente más valoradas.

    Pese a todo, también hay que ver ese Fausto II desde el punto de vista de la propia literatura alemana pues la variedad y originalidad de su construcción formal le permiten a Goethe mostrar en él un dominio magistral de una lengua, el alemán, que hasta ese momento no contaba con ninguna obra tan ambiciosa, capaz de competir en todos los ámbitos literarios con cualquier otra gran producción europea. Eso hará que Goethe sea considerado, tras la unificación de la segunda mitad del siglo XIX, el más importante escritor alemán de todos los tiempos.

    Aquí, por encima de esta última consideración de carácter regional, nos hemos decidido a incluir el Fausto en esta Antología esencial de la literatura europea por varias razones que resumimos: por el papel clave que tiene esta obra en el tratamiento de uno de los personajes más originales de nuestra cultura común; por tratarse, en concreto Fausto I, de uno de los mejores dramas románticos de Europa; por la trascendencia que ha tenido la figura de Goethe, a partir sobre todo de la fama de esta obra, en la literatura europea de estos dos últimos siglos, y por haber convertido a una de las lenguas más habladas del continente en una herramienta perfecta para la mejor creación literaria. [E. G.]

 

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    TEXTO ORIGINAL: https://www.gutenberg.org/ebooks/2229 (Parte 1) y https://www.gutenberg.org/ebooks/2230 (Parte 2)

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    TRADUCCIÓN FRANCESA: https://fr.wikisource.org/wiki/Faust_(Goethe,_trad._Nerval,_1877)

    TRADUCCIÓN CASTELLANA: https://literatura.itematika.com/descargar/libro/118/fausto.html