CANZONIERE: UN MODELO DE PRESTIGIO PARA LA LÍRICA

    Rerum vulgarium fragmenta, que tal es el verdadero título que el propio Petrarca dio a lo que luego se ha conocido como su Cancionero, es mucho más que la síntesis poética de una historia de amor personal. Tal y como su propio nombre original revela, se trata, más bien, de lo que podríamos denominar un “contenedor” poético. A lo largo de toda su vida, Francesco Petrarca compuso una gran cantidad de poesía lírica, sobre todo de tema amoroso, en dialecto toscano, y su Rerum vulgarium fue el libro destinado a recopilar aquellas composiciones que no estaban pensadas, como los Trionfi, para formar parte de una obra independiente. Por ello, una de las características esenciales del Cancionero de Petrarca es su variedad temática. En él encontramos, junto con los poemas de amor relacionados con Laura que lo han hecho famoso, otras piezas destinadas a sus amigos y protectores, versos ocasionales escritos al calor de determinados acontecimientos biográficos o históricos, algún himno patriótico como la canción “Italia mia, benché'l parlar”, reflexiones personales de tipo moral o de crítica literaria... El único nexo de unión de todos estos poemas son la utilización de una determinada lengua romance y de unos repertorios métricos y estilísticos muy concretos.

    Esta condición de contenedor no impide, sin embargo, que el Canzoniere sea una obra literaria cuidadosamente diseñada. De hecho, la labor editorial del autor en este sentido se prolongó a lo largo de toda su vida creativa e incluso es posible que la muerte le obligara a dejarla inacabada. Petrarca trabajó con este amplio conjunto lírico de la misma forma que lo hacía con cualquier otro de sus libros, buscando la mejor disposición de los materiales de acuerdo con la intencionalidad definitiva que quería darles. Esto explica, por ejemplo, que algunos de los poemas dedicados a Laura “in vita” fueran escritos hasta veinte años después de su muerte o que la estructura bipartita de la obra, marcada por la muerte de la amada, estuviera decidida años antes de que esta se produjera.

    Puede verse, en todo caso, que la historia de amor de Petrarca por Laura es lo que da su estructura global al conjunto de los 366 poemas recogidos en estos Rerum vulgarium fragmenta. Aunque sin hilo narrativo definido y con material poético ajeno por completo al núcleo amoroso, la historia de ese amor puede recrearse sin dificultad: Francesco conoce a Laura y se enamora de ella. Ese amor, casto, ideal, platónico, condiciona el desarrollo sentimental del poeta a partir de ese momento y buena parte de su quehacer poético. Años después, Laura muere y el poeta lamenta su pérdida. Pero la amada sigue estando presente a través del recuerdo y de la influencia benéfica de su existencia celeste. Laura va transfigurándose en una presencia angélica que conduce a Petrarca hacia Dios. De ahí que, finalmente, el poeta llegue incluso a retractarse de estos amores profanos de juventud.

    Conocemos datos biográficos proporcionados por el propio Petrarca sobre esta relación: el poeta conoció a su musa en Avignon el día 6 de abril de 1327 y Laura falleció ese mismo día de 1348. Si ya es llamativa esta coincidencia, añádase que otro 6 de abril, en 1341, tuvo lugar el más importante acontecimiento literario de la vida del autor, su coronación como poeta laureado en Roma. Esta serie de casualidades deben obligarnos a reflexionar sobre el valor más propiamente literario que biográfico del amor de Petrarca por Laura. Francesco Petrarca fue un escritor que hizo de la emulación de sus admirados clásicos latinos el auténtico sentido de su vida. Intentó reproducir, e incluso superar, todos los géneros practicados por sus maestros: la  épica  de la Eneida y la poesía pastoril de las Bucólicas de Virgilio, la prosa epistolar de Cicerón, la filosofía moral de San Agustín... Sin embargo, no escribió ni un solo verso de amor en latín pese a haber pasado a la historia como el poeta amoroso más influyente de la literatura europea. Parece evidente que para Petrarca los modelos de la lírica sentimental estaban en otra parte y requerían otra lengua.

    Esto no quiere decir, sin embargo, que su proceso de creación literaria en toscano sea diferente del que utilizaba en sus obras latinas. El amor de Petrarca por Laura emula e intenta superar el modelo de creación poética que acababa de inmortalizar su admirado compatriota Dante en su  Vita nuova . En ella, Petrarca encontró un modelo de belleza, sofisticación, modernidad y posibilidades digno de los grandes poetas elegíacos romanos, a los que conocía bien pero nunca imitó. No hay por qué negar la existencia física de Laura ni la pasión amorosa de Petrarca por ella pero en ambos casos la realidad biográfica está al servicio y bajo la influencia literaria del modelo dantesco. Y lo mismo sucede con el resto del proceso de los amores tal y como aparece recogido en el Cancionero. Laura es la Beatriz de Petrarca a todos los efectos, incluso los alegóricos. Si para Dante su Beatriz es, ante todo, la “donna beata” y la “donna beatrix”, para Petrarca su Laura será el símbolo de los laureles que tanto deseaba, su “lauro”, así como el hálito vivificante, “l'aura” de su poesía lírica. Cabe pensar, por lo tanto, que la génesis, si no del Cancionero, sí de buena parte de los poemas dedicados a Laura, tenga que ver con un intento de emular, y superar, la Vita nuova de Dante.

    Al modificar Petrarca su proyecto lírico posteriormente para incluir un mayor número de composiciones o para dar una forma más coherente a sus obras “vulgares” dispersas, tuvo el acierto de crear un formato editorial de inmenso prestigio en toda Europa en el ámbito de la expresión del sentimiento amoroso. La influencia de su Cancionero, concebido como el testimonio poético de una historia de amor biográfica y también como Obras Completas de la lírica de un autor, se impuso tras la muerte de Petrarca. Todos los grandes poetas contaron con su dama, desde la Antonia Caprara de Mateo Boiardo a la Luz de Fernando de Herrera. En este sentido, el Cancionero de Petrarca fue un éxito literario de trascendencia europea multisecular. Todavía en el siglo XVII, incluso entre los poetas más alejados del gusto clásico como  Marino  o Quevedo, Petrarca seguía siendo un referente al que negar o superar y la historia de amor, real o ficticia, una exigencia que muy pocos creadores se resistían a imitar.

    Pero la influencia del poeta florentino en la lírica europea no se ha limitado a la configuración de un relato estereotipado; tanta o más importancia ha tenido la creación de un tipo muy definido de lengua poética. De nuevo el punto de partida de Petrarca fue la lírica de Dante, pero su mayor prestigio como humanista lo convirtió en una influencia más decisiva. La lengua de Petrarca, culta, elegante, sentimental pero poco emotiva, racional y selecta, se configuró como la lengua poética por excelencia para todos los escritores cultos de Europa sobre todo en el  Renacimiento . En este primer periodo de la Etapa Clásica, Francesco Petrarca, el más influyente de los humanistas, marcó las pautas de la creación lírica en las lenguas “vulgares” igual que venía haciéndolo con el latín en otros géneros. Wyatt, Garcilaso, Camôes o Ronsard son, ante todo, apasionados petrarquistas que aspiraban a alcanzar la gloria literaria de su maestro en sus respectivas lenguas vulgares. [E.G.]

EDICIONES DIGITALES

    Edición original: https://petrarca.letteraturaoperaomnia.org/petrarca_canzoniere.html

    Traducción inglesa (bilingüe):

    Traducción alemana: https://www.zeno.org/Literatur/M/Petrarca,+Francesco/Lyrik/Canzoniere

    Traducción francesa: https://books.google.ca/books?id=gwIsAAAAMAAJ&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false

    Traducción castellana: https://www.uruguayeduca.edu.uy/Userfiles/P0001/File/Francesco_Petrarca_-_Cancionero_I_-_v1.0.pdf