CASTELLANO: UNA LENGUA PARA UN NUEVO MUNDO

     En estos momentos, el castellano es, después del inglés y el mandarín, la lengua más hablada del mundo. Se trata de una lengua románica, nacida por evolución del latín vulgar en una zona bastante concreta de Hispania, que en la Alta Edad Media se conocía como condado de Castilla. Vinculada, pues, como todas las lenguas medievales a la evolución política de un estado, el castellano creció con el éxito político de Castilla sobre el resto de los reinos peninsulares y, sobre todo, se benefició de la participación de la Corona de Castilla en el descubrimiento y colonización de América a partir de 1492.

     Con anterioridad a esta fecha, lo más destacable de la producción literaria castellana tiene que ver con la presencia en su entorno y su contacto con la cultura islámica de Al-Ándalus. Aunque Castilla no formara parte del núcleo más creativo de la cultura europea medieval, tuvo un papel importante como zona de paso privilegiada entre el mundo islámico, más civilizado, y el occidente europeo. Por supuesto, la lengua de cultura privilegiada para este intercambio fue el latín pero también el castellano, en un nivel más local, se enriqueció de este contacto, tanto lingüísticamente, de modo que el léxico y la fonética del castellano adquirieron características propias y diferenciadas, como literariamente, con obras puente como El conde Lucanor o mestizas como el Libro de buen amor. De todos modos, hacia el siglo XV la sociedad castellana se había integrado de forma casi completa en los modelos culturales europeos y su literatura va a formar parte relevante a partir de ese momento de la nueva corriente renacentista que inaugura la Etapa Clásica.

     Precisamente a principios del XVI el castellano se ve impulsado por dos acontecimientos históricos fundamentales para la historia de Europa: el descubrimiento de América y el reinado de Carlos V. El primero justifica la enorme relevancia mundial con que cuenta aun hoy en día una lengua en principio periférica dentro del contexto europeo; el segundo, de orden político, explica que durante los siglos XVI y XVII la cultura española en general y la lengua castellana en particular gozasen de un esplendor desconocido e irrepetible. En estos siglos, Europa asiste al éxito de los grandes creadores españoles que en literatura se ejemplifican en el teatro de Lope de Vega, la novela de Cervantes o de Gracián y la poesía de Quevedo y de Góngora. Además, hay que añadir otros modelos literarios que también gozarían de gran prestigio en épocas más modernas como la mística de Juan de la Cruz o el teatro filosófico de Calderón de la Barca.

     Sin embargo, este periodo de grandeza del castellano, o español, pues cada vez es más habitual denominar así a esta lengua, que durante al menos cien años formó parte del núcleo motriz de la cultura europea del Barroco, declinó en la segunda mitad del siglo XVII, a la par que lo hacía el imperio español. El fin de la dinastía de los Austrias y la llegada al trono de España de los Borbones franceses reflejan con claridad esta evolución. En el siglo XVIII el castellano se convierte en el vehículo de una cultura que se limita, como en el resto de los países europeos, a seguir y emular las pautas del Neoclasicismo francés. Tampoco cambia la situación durante la Etapa Disolvente puesto que los creadores españoles van siempre a la zaga de los modelos artísticos creados por otras literaturas más potentes, bien sea la lírica o la novela histórica inglesas, el Realismo francés o ruso o el teatro francés o escandinavo.

     Solamente a finales del siglo XIX y principios del XX el castellano presenta de nuevo una cierta riqueza creadora, sobre todo debido a los inicios de la pujanza cultural de América. Son escritores hispanoamericanos como Darío, Huidobro, Vallejo o Borges los que van a ponerse a la cabeza de la producción literaria castellana, primero haciendo triunfar el Modernismo y las Vanguardias, y luego proporcionando a la cultura occidental nuevos modelos al margen del desarrollo propio de la cultura europea. Sin embargo, todavía en los años 20 hubo un último momento de cierto esplendor en la literatura europea en castellano. El teatro vanguardista de Valle-Inclán o el más clasicista de Lorca y la poesía pura de Juan Ramón o de Jorge Guillén formaron parte de ese último momento de lucidez creadora europea que antecedió a la Segunda Guerra Mundial.

     En la actualidad, el castellano es, ante todo, la lengua literaria de la gran comunidad hispanoamericana que, tras mostrar su enorme pujanza creativa frente a la aridez y decadencia europea en los años 60 y 70, parece, sin embargo, verse cada vez más limitada y absorbida por los modelos norteamericanos en inglés[E.G.]