1965 - MIJAÍL SHÓLOJOV: EL DON APACIBLE

 

 I: MIJAÍL SHÓLOJOV

    Mijaíl Shólojov nació en 1905 en un poblado cosaco (jútor) de la región del Don (Rusia), en una familia que, sin embargo, no era cosaca de origen. Todavía adolescente participó en la Guerra Civil que enfrentó al Ejército Blanco contra el régimen soviético. En 1922, acabada la lucha, Shólojov se instaló durante un tiempo en Moscú pero pronto regresó a su región de origen con su familia para consagrarse a la literatura. Por entonces publica sus primeros relatos en diferentes periódicos y revistas comunistas y entra a formar parte de los círculos literarios del Komsomol, la Unión Comunista de la Juventud.

    De 1925 es su primera obra relevante, la colección de relatos titulada Cuentos del Don. En ellos Shólojov recuerda la vida de los habitantes de esa zona durante la Guerra Civil, temática que retomará en El Don apacible varios años después. Esta última, su obra más famosa, es una novela con forma de epopeya en prosa que se desarrolla entre los albores de la I Guerra Mundial, hacia 1912, y el final de la Guerra Civil. El Don apacible está considerado el arquetipo de la novela realista soviética. Sin embargo, el protagonista no solo no es un héroe socialista sino que tiene mucho del personaje trágico tradicional, zarandeado por la Historia. Además, sobre todo en los tres primeros libros, los dos bandos en conflicto son tratados con una inesperada imparcialidad y la crítica por las atrocidades y las masacres se reparte por igual. De hecho, la publicación del texto fue encontrando cada vez más resistencias en el aparato soviético y la publicación completa del tercer tomo, censurado en 1929, solo fue posible cuatro años después con el apoyo directo de Stalin. Pese a todo, el régimen soviético terminó haciendo de Shólojov su escritor emblemático tras su consagración internacional en 1965 con el Premio Nobel.

    En 1932 Shólojov dio inicio a su segundo gran ciclo novelesco, Campos roturados, en el que narra la colectivización de las tierras agrícolas del Don en la década de los años 30. Por las mismas fechas, el autor defendió en varias ocasiones a sus paisanos frente a algunas de las peores consecuencias de esta colectivización forzada, que llegó a causar una gran hambruna y miles de muertos. Por ello, Shólojov fue investigado por el NKVD, la policía política del régimen, persecución a la que solo puso fin una nueva intervención de Stalin en su favor. De todos modos, la segunda parte de Campos roturados ya no aparecerá hasta 1960, y evitará abordar la gran tragedia social de los años 30. Este ciclo literario le valió de inmediato al autor el Premio Lenin, la más alta distinción literaria soviética, y se convirtió en una lectura casi obligatoria en el sistema educativo de la URSS.

    Para entonces, Shólojov formaba parte del Partido Comunista de la Unión Soviética desde 1932 e incluso había sido elegido miembro del Soviet Supremo de la URSS en 1937, del Comité Central del PCUS en 1961 y Presidente de la Unión de Escritores Soviéticos. Como es obvio, desde estos puestos de alta responsabilidad, Mijaíl Shólojov defendió siempre las posturas oficiales del régimen comunista. Por contra, el resto de la obra de Shólojov carece de relevancia literaria. Al comienzo de la II Guerra Mundial el autor todavía dio inicio a otro gran proyecto literario, Lucharon por su patria, sobre el conflicto, aprovechando sus trabajos periodísticos para Pravda en los frentes de Smolensko, Stalingrado y Bielorrusia. Sin embargo, tras la aparición de un primer volumen en 1942, el autor abandonó el proyecto.

    Pese a la fama que le dio el Nobel, a partir de los años 70, la cada vez mayor desvinculación de los partidos comunistas europeos de su homónimo ruso hizo que rápidamente el prestigio de Shólojov fuera disminuyendo e incluso que se ninguneara su aportación literaria, considerándolo un mero aparato del partido. Por ello, su muerte en 1984 apenas tuvo resonancia internacional.

II: EL DON APACIBLE

    Todos los críticos de la primera y más famosa novela de Shólojov han incluido entre sus elogios la comparación con Guerra y paz. Nada que decir al respecto ya que cualquier lector de El Don apacible percibirá de inmediato en él el aroma de Tolstoi. Más complejo puede resultar el análisis de cuál es en realidad el parentesco entre esas dos novelas, entre los dos escritores. ¿Qué hay en El Don apacible de lo que el propio Shólojov no supo dotar a sus otros dos grandes proyectos narrativos, Campos roturados y Lucharon por la patria?

    En El Don apacible, Shólojov, como Vasili Grossman en Vida y destino, es capaz de dar forma literaria a un proyecto narrativo tan complejo como ambicioso: presentar de forma novelada un proceso histórico, de acuerdo con la propuesta intelectual planteada por Tolstoi en ese inesperado epílogo teórico con el que cierra su Guerra y paz. En las tres novelas los personajes se ven arrastrados por una sucesión de acontecimientos incomprensibles para ellos, que modelan su existencia y frente a los cuales sus decisiones personales son irrelevantes.

    Resulta llamativo que, a pesar de la enorme influencia intelectual de Tolstoi en la cultura europea de entresiglos, esta propuesta historicista y antirromántica, apenas tuviera consecuencias creativas. Grandes novelas históricas y series novelescas de la época como los Episodios nacionales de Pérez Galdós o Los Buddenbrook de Mann siguen utilizando la técnica tradicional que presenta la peripecia de los protagonistas como metáfora y espejo de la época. Hay que esperar hasta la segunda década del siglo XX para encontrar modelos novelísticos alternativos, como La bendición de la tierra de Hamsun o El Don apacible de Shólojov, que se esfuercen por reinterpretar la propuesta de Tolstoi.

    El hecho de que Hamsun y Shólojov fueran un fascista y un comunista -como Grossman- convencidos, no responde a una casualidad. En los tres casos nos hallamos ante intelectuales que buscan poner de manifiesto el advenimiento de un proceso histórico nuevo y revolucionario, destinado a cambiar para siempre la sociedad -y, por supuesto, la vida de los individuos- conocida. El acierto literario de Shólojov, bolchevique desde su juventud y durante toda su vida, es que no intenta convencer al lector de que la resistencia de los cosacos contra la Revolución había sido un crimen. El Don apacible no se plantea como una mera cuestión de buenos y malos sino, como titularía Grossman, de vida y destino: la vida de los cosacos está destinada a ser barrida por la Revolución; contar cómo se resistieron, destacar el vigor de su forma de vida, solo añade grandeza a la inevitabilidad del proceso. Acaso fuera eso lo que el propio Stalin supo ver en la obra y por lo que se convirtió en el principal apoyo del autor frente a los censores comunistas. Carece de importancia que en determinados episodios la caballería roja resulte ser tan indolente, zafia y criminal como los voluntarios blancos. Da igual que el protagonista sea uno de los líderes cosacos que se enfrentaron al poder soviético. Lo fundamental es que la gran ola de la Revolución pasó por encima de todos ellos, rojos y blancos, dando a luz un nuevo mundo comunista en las estepas del Don.

    Hemos de elogiar, por lo tanto, la tozudez con la que Shólojov mantuvo la integridad de su novela, al menos en sus tres primeros libros, frente a todos los burócratas que una y otra vez insistían en suprimir aquellos episodios menos favorables para la imagen del Ejército Rojo. Esto explica, además, el largo periodo de elaboración de la segunda mitad de la obra, cuando el argumento se centra en la sublevación cosaca de 1919, es decir, en su enfrentamiento directo contra los bolcheviques. Mantener en un primer plano la compleja y contradictoria figura de un protagonista, Grigori Mélejov, que dirige con éxito a los rebeldes y justifica la sublevación, fue para el autor, en la URSS de los años 30, difícil y peligroso. Pese a todo, Shólojov nunca renunció a su apuesta narrativa en favor de ese cosaco violento, lujurioso, anárquico e indomable.

    Pero si solo valoramos El Don apacible como una acertada reelaboración del modelo narrativo de Guerra y paz no alcanzaremos a entender toda la grandeza de la obra. Hay que detenerse también en la modernización del modelo, que se percibe sobre todo en la mayor fragmentación y dispersión de las tramas secundarias: Koshevoi, Litsnitski, Bunchuk… En este sentido, Shólojov va a sacar partido a la falta de unidad narrativa de la novela, que Tolstoi había evitado subrayando la historia de amor de Natacha y Andrei. Shólojov amplía el alcance de los episodios secundarios, hasta el punto de que su técnica narrativa, cercana, por otra parte, a la de otras obras mayores de la novela moderna como Manhattan Transfer o La colmena, fue objeto de grandes críticas. Sin embargo, la técnica caleidoscópica de Shólojov, característica sobre todo de los dos primeros libros, abre el camino de la literatura rusa precisamente hacia Vida y destino y El doctor Zhivago, de Pasternak, con el que comparte además buena parte del argumento. Por otra parte, la comparación entre El Don apacible y El doctor Zhivago muestra claramente la muy diferente intención artística de los dos escritores soviéticos. Pasternak, de una forma más clásica, centra su novela en el destino individual de un hombre, Yuri Zhivago, dejando en un segundo plano el desarrollo de la Revolución, mientras que, como venimos insistiendo, para Shólojov lo fundamental de su novela es la interpretación de los acontecimientos históricos, más allá de la historia de amor de Grigori y Axinia.

    Un último elemento une a Pasternak y a Shólojov: el sentimiento de la Naturaleza. Aunque este no fuese un poeta comparable a aquel, las descripciones del ambiente rural y de la vida tradicional del jútor en la orilla del Don son impresionantes, vívidas y enternecedoras. Sobre todo en el primer libro, el mejor de los cuatro, y en determinados momentos después, destaca la viveza íntima de esa naturaleza semisalvaje y primitiva que con tanto amor y delicadeza es capaz de describir el autor, criado entre esas mismas formas de vida que retrata por más que, como buen bolchevique, entienda y sostenga que no tienen cabida en el nuevo orden soviético. [E. G.]