1983: WILLIAM GOLDING - THE SCORPION GOD

 

I: WILLIAM GOLDING

    William Golding nació en la región inglesa de Cornualles en 1911 en una familia de ideología progresista, socialista y feminista. Inició estudios de ciencias naturales en Oxford pero pronto los dejó por los de literatura inglesa y en 1934 ya publicó su primer libro, Poems. En 1940, casado y con un hijo, dejó su trabajo como profesor para servir en la Royal Navy en el Atlántico norte y en 1943 formó parte del apoyo naval durante el desembarco de Normandía. Sus cinco años en la Marina de Guerra le causaron un enorme impacto y le convencieron de la maldad intrínseca al ser humano.

    Finalizada la guerra, Golding vuelve a sus clases al mismo tiempo que sigue escribiendo y en 1954 publica Lord of the Flies (El señor de las moscas), su obra más emblemática y conocida. Esta obra trata de lo que puede llegar a hacer el ser humano, unos adolescentes en este caso, en situaciones extremas de supervivencia como un naufragio. Además de cultivar también el teatro y la crítica literaria, mantuvo una estrecha amistad con James Lovelock, científico británico al que apoyó en su teoría de que la vida en la Tierra se comporta como un único organismo, para el que el propio Golding sugirió el nombre de Gaia, la diosa griega de la Tierra.

    En 1962 deja su trabajo como profesor para dedicarse a la literatura a tiempo completo. Tras una experiencia de «sequía creativa», publica The Scorpion God (El dios escorpión, 1971), colección de tres relatos que comentaremos más adelante. En 1980 comienza su “Trilogía del mar” (To the Ends of the Earth), compuesta por Ritos de paso, Cuerpo a cuerpo y Fuego en las entrañas, que finalizará entre 1989 y 1991. A continuación, da inicio a una nueva novela, La lengua oculta, ambientada en Delfos durante el Imperio romano, que deja inacabada al morir de un infarto en 1993.

    Golding fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1983 con estas palabras: “Las novelas e historias de William Golding no son sólo sombrías enseñanzas morales u oscuros mitos sobre el mal y las fuerzas de traición y destrucción. También son relatos llenos de aventuras y color que pueden ser disfrutados como tales, por su alegre narrativa, inventiva y emoción”.

    Los críticos coinciden en señalar la gran originalidad de Golding como novelista. En sus relatos más reconocidos cultiva un estilo de ficción alegórica en el que suele evocar la literatura clásica, la mitología y el simbolismo cristiano. Su técnica de composición varía, pero en todas sus novelas y relatos destaca la violencia inherente al ser humano así como las ambigüedades y fragilidades de la civilización occidental. La mayor parte de sus textos exploran los dilemas morales y las reacciones de las personas cuando son sometidas a situaciones extremas. En este sentido enfrenta al lector a sus propias debilidades y miedos, al salvaje que subyace bajo la fachada del comportamiento civilizado y que se destapa con violencia cuando las circunstancias extremas lo requieren. La violencia brota de las profundidades del hombre y es siempre la creadora de los modelos sociales destructores. Por eso la fuente de la violencia social es, para el autor, la propia naturaleza humana. En cualquier caso, no todo es maldad en la Humanidad. Siempre hay salida frente a la violencia, a través del esfuerzo personal por ejercer la propia libertad con sentido común, los ideales y creencias y la fe en el bien, compartidos por seres humanos de todas las religiones y de todas las épocas.

 

II: THE SCORPION GOD

    Como hemos indicado antes, El dios Escorpión es una colección de tres relatos -“El dios Escorpión”, “Clonc clonc” y “El enviado especial”- publicados de forma conjunta en 1971. Seleccionar estas narraciones cortas poco conocidas de William Golding en lugar de la archifamosa El señor de las moscas, puede parecer, por supuesto, un acto de pedantería. Más lo hubiera sido, en todo caso, la selección de la impresionante y auténtica obra maestra de Golding Trilogía del mar, tal y como era mi primer impulso, descartada desde el principio la selección más obvia. Y no porque El señor de las moscas carezca del valor que su fama universal le presupone sino porque la elemental refutación de La isla de coral del escocés Robert Ballantyne que Golding propone no hace el suficiente honor a los prodigiosos esfuerzos de reconstrucción histórica y a la compleja profundidad intelectual que hacen magníficas algunas de estas otras obras menos conocidas del autor, como estos simpáticos cuentos, de menor enjundia pero de una originalidad indiscutible.

    Los tres relatos ofrecen una ambientación histórica: “Clonc clonc”, en una comunidad de cazadores-recolectores del Neolítico, “El dios Escorpión”, en los orígenes del Imperio Egipcio, en torno al III milenio a.C. y “El enviado especial”, al inicio de la decadencia del Imperio Romano. Como sucede en todas las narraciones de Golding, la ambientación de cada uno de los relatos es rigurosísima, con la doble finalidad de presentar el contexto y de ocultarlo al mismo tiempo. Al contrario de la novela histórica tradicional, que se esfuerza por acercar la realidad pasada al lector actual permitiéndole comprender ese periodo histórico, a Golding le interesa más subrayar la diferencia entre nuestro mundo y el del relato utilizando el lenguaje para oscurecer su comprensión directa. En efecto, visto desde la perspectiva del faraón, su mundo es incomprensible para nosotros, como lo sería el nuestro para él si intentásemos describírselo. El autor no pretende que entendamos fácilmente lo que sucede sino que notemos el contraste entre lo que para esos personajes es evidente y para nosotros no, porque ellos piensan de forma distinta a nosotros, ven el mundo con otros ojos.

    Lo mismo sucede con esos hombres achiquillados de la Prehistoria en el segundo de los cuentos. Ellos están viviendo su vida desde las estructuras mentales que les corresponden; a nosotros, que interpretamos el mundo de otro modo, nos cuesta entender qué sucede, qué hacen, de qué hablan, por qué se comportan así. El autor no hace nada por facilitarnos la tarea; al revés, se esfuerza por ofrecer todo tipo de detalles incomprensibles. De este modo la lectura es a la vez más confusa y más interesante, más productiva para el lector, más asombrosa e inesperada. Es el mismo recurso utilizado por Golding en su gran Trilogía del mar, mencionada más arriba: al optar por la primera persona de un personaje de época, mentalidad, estrato social e intereses totalmente dispares de los de cualquiera de sus lectores, la narración a la vez se oscurece y se enriquece.

    Por supuesto, para el lector es mucho más gratificante un relato más directo, menos sinuoso, como El enviado especial, una especie de cuento filosófico contemporáneo, a la manera de Voltaire. En este caso nos encontramos ante un nivel de exigencia menor, como en El señor de las moscas, en el que el lector accede con mucha mayor facilidad a lo que el autor quiere contar. En este caso es, sin duda, el humor el que salva el relato, esa ironía contenida, tan británica, que provoca la sonrisa del lector, ante el inesperado destino del inventor y las consecuencias que este final presupone y que el autor, por supuesto, soslaya.

    La prosa de Golding es magistral en muchos sentidos pero merece recordarse no solo por ese pesimismo antropológico al que se alude en todos los comentarios de su obra más famosa sino, sobre todo, por su atrevido proyecto de recrear para el lector mundos desaparecidos a través de perspectivas estéticas que solo un gran creador como él se atrevió a presentar a sus lectores. Ese atrevimiento y la riqueza que conlleva no deben separarse nunca de sus méritos para recibir el Nobel. [E. G.]