KOSTAS JARITOS: CRÍMENES DE ANDAR POR CASA

Petros Márkaris: Muerte en Estambul, Tusquets, Madrid, 2009.       

 

I: KOSTAS JARITOS

 

    Acaso lo haya pero yo no conozco, desde luego, otro policía de serie negra que tenga una vida familiar tan rica y tan anodina a la vez como el comisario ateniense Kostas Jaritos, fruto de la inesperada pluma del griego Petros Márkaris. En realidad, ese núcleo familiar solo incluye a su esposa, Adrianí, y a su hija Katerina o, en todo caso, también a Fanis, su yerno, pero la relevancia que en todas estas novelas se da a la vida casera del protagonista -los tomates rellenos de su mujer, la vida profesional de su hija o los problemas económicos de la familia- han llegado a convertirse en la seña de identidad de la serie. Súmensele la lectura del Dimitrakos, el caos circulatorio de Atenas y, sobre todo, un inhabitual narrador en primera persona -el propio comisario- y tendremos ante nosotros los elementos que hacen que las novelas de Márkaris se cuenten entre las más elogiadas y exitosas de la novela policiaca europea contemporánea.

    Hemos insistido ya en la necesidad, para los autores de novela negra, de dotar a sus obras de un sello de originalidad que a estas alturas, con más de un siglo de tradición a sus espaldas, no resulta sencillo conseguir. Márkaris optó por lo que podríamos llamar el anti-policía de novela negra, al que ni tan siquiera salva una sofisticada personalidad o una historia personal compleja. Durante la Dictadura Jaritos torturó a comunistas como cualquier otro miembro del cuerpo, lo que no le impidió hacerse íntimo amigo de uno de ellos; y ahora, en la Grecia democrática de principios del siglo XXI, el comisario aspira a poco más que sobrevivir en su puesto sobrellevando las normas vigentes ahora como lo hizo entonces. Necesita su sueldo para que su familia viva decentemente, para que su hija estudie, encuentre un buen trabajo y se case con el hombre que ama. Él mismo mantiene una larga y sólida relación amorosa con su tradicional y conservadora esposa, basada en el respeto mutuo, la profunda confianza que dan los años y el cariño que deja como rescoldo una apagada pasión. En el mundo caótico y frágil de tanto policía solitario, amargado y depresivo como pueblan las páginas de este tipo de novelas, la cotidiana y vulgar solidez familiar de la familia Jaritos puede llegar a interpretarse como una provocación.

    Pero no es este trasfondo personal lo único que singulariza esta serie de novelas. También el paisaje urbano de Atenas y, sobre todo, el panorama social de la recesión griega recogido en su Trilogía -tetralogía, en realidad- de la Crisis, marca una nítida diferencia con buena parte de la novela negra europea más actual. En las obras de Márkaris la realidad política y social del momento está profundamente implicada en los crímenes a los que se ha de enfrentar Jaritos. Además, nos encontramos aquí de forma excepcional con novelas donde lo que caracteriza la ambientación es la luz y el color, el caos de la gran ciudad mediterránea, la desidia de una administración casi tercermundista. Petros Márkaris nos ofrece Grecia en estado puro y este panorama insólito para el crimen ha venido a enriquecer y a refrescar las más tópicas sendas del noir europeo.

 

 

II: ΠΑΛΙΆ, ΠΟΛΥ ΠΑΛΙΆ (MUERTE EN ESTAMBUL)

 

    Desde muchos puntos de vista, Muerte en Estambul es la más personal de las novelas escritas por Petros Márkaris para la serie del comisario Jaritos, la más original y, en consecuencia, la menos representativa del conjunto. De hecho, si es precisamente Muerte en Estambul la pieza que hemos elegido para esta web y no alguna “de la crisis” es porque ninguna como esta muestra toda la libertad y posibilidades que ofrece el modelo narrativo utilizado por el autor.

    Todas las novelas de la serie transcurren en Atenas; esta, en Estambul. En todas tienen un papel relevante los ayudantes de la comisaría, que aquí son sustituidos por un policía turco, Murat, una especie de alter ego del propio Jaritos. En todas las demás, la realidad social de la Grecia contemporánea ocupa el primer plano de la investigación mientras que en Muerte en Estambul la única presencia griega ineludible es la del pasado, la de una época lejana en el tiempo y desvinculada del presente. Así, apenas hay nada característico de la serie en la novela, excepto, quizás lo más original de esta: las relaciones personales del comisario y el tono particular del estilo de Márkaris.

    Al encontrarse alejado de Atenas, en viaje de placer, Kostas Jaritos solo tiene a su lado a Adrianí, su mujer, que adquiere una dimensión como personaje secundario mucho mayor en este episodio que en cualquier otro. Por otro lado, y aunque no afecte directamente al relato en sí, la localización en Estambul y el trasfondo socio-cultural de los últimos griegos nativos de la capital turca responden a una íntima elección biográfica del autor. Petros Márkaris nació en Estambul en 1937 y su familia, de origen griego y armenio, tenía unas raíces seculares en la capital bizantina que también se vieron afectadas por los traumáticos acontecimientos históricos que se evocan en la novela. En este sentido, el viaje del matrimonio Jaritos a Estambul y, sobre todo, el regreso de María Jambu a la ciudad que la había visto nacer, son en buena medida ecos de una nostalgia elegantemente transformada por Márkaris en trama policial.

    Con todo, lo de menos son los crímenes, por mucho que el recurso a la gastronomía pueda ser considerado -o no- como un acierto. Hay algo de infantil e incluso chusco en la trama detectivesca de esta novela. De hecho, si nos fijamos solo en eso, Muerte en Estambul podría ser considerada una de las más endebles de la serie. Lo que le da una personalidad especial como narración es la presencia casi mítica de la propia Estambul, la compleja interacción de los dos policías, el griego y el turco, más allá de sus reticencias y prejuicios, y la profunda humanidad que el autor sabe transmitir a todos sus personajes, desde Adrianí hasta la anciana protagonista. Humanidad, algo tan poco habitual en las novelas de serie negra, tan celosas de sus personajes fríos e insensibles, a ambos lados de la línea de la ley. Por eso la lectura de Márkaris resulta siempre tan gratificante y sorprendente. [E. G.]