ERLENDUR SVEINSSON: GÉLIDOS CRÍMENES EN ISLANDIA

Arnaldur Indriðason: Étranges rivages, Metailié, Paris, 2010.      

       

1.- ERLENDUR SVEINSSON

 

    Las novelas policiacas del escritor islandés Arnaldur Indriðason que tienen como protagonista al comisario Erlendur Sveinsson suelen caracterizarse por lo que podríamos llamar su terca humanidad. Por supuesto, como manda el género, los argumentos giran en torno a algún tipo de crimen, pero el protagonista, con una vida familiar tan caótica y lamentable como la de cualquiera de sus colegas nórdicos, siempre acaba atraído por algún aspecto secundario, incluso marginal, de la investigación, relevante, en todo caso, desde un punto de vista humano, humanitario incluso. Viene a ser como si se nos dijera: “Sí, vale, hay crímenes y eso, pero fíjate qué vida tan curiosa, qué historia personal tan interesante rodea el caso”. No parece que al comisario Erlendur le quite el sueño ni su promoción en el cuerpo, tan presente en otros policías del género, ni las implicaciones sociales de los crímenes, ni los propios intríngulis del delito que investiga.

    Erlendur, siempre acosado por su oscura problemática personal, se siente atraído en su trabajo por esa misma complejidad humana, que va mucho más allá del mero hecho del crimen. Por ello, en algunas de sus mejores novelas como Hipotermia o esta Étranges rivages que aquí comentamos, la investigación se remonta en el tiempo, se desplaza a un pasado casi remoto, donde incluso acaba siendo secundario el castigo del culpable. A Indriðason le preocupa más cómo gestionan su vida esas personas a las que, como a Erlendur, una desaparición repentina ha golpeado de forma inesperada. Por eso la solución del caso viene dada con frecuencia por una intuición fugaz, la conexión de varios datos aislados recogidos durante esas constantes entrevistas, que tan poco tienen que ver con las previsibles persecuciones y degollinas en las que se complacen otros modelos de noir. Tal vez por eso en las últimas novelas de Indriðason los argumentos transcurren ya directamente en décadas anteriores, con un Erlendur mucho más joven y que, aun así, sigue tratando de sacar del oscuro pasado a otros seres humanos aún más perdidos que él.

    Y luego está también, por supuesto, Islandia. Si los novelistas escandinavos han sido capaces, en general, de sacarle todo el partido posible a un clima tan desventurado como el suyo, estas novelas de Indriðason llegan a constituir una auténtica apología del congelamiento global. La convivencia con el frío, la lucha por la supervivencia en un mundo helado y, sobre todo, la belleza inhumana de un paisaje y unas formas de vida prácticamente salvajes forman parte de una ambientación tan exótica como atractiva. Por ello, el autor hace que Erlendur, policía de Reikiavik, se desplace con frecuencia por toda la isla, por todos esos parajes de nombre grotesco e impronunciable como Mýrdalsjökull o Eyjafjörður, que tan anodinos resultarían solo con que se tuviera el sentido común de traducirlos “glaciar de Mýrdals” o “fiordo de Eyjaf”, ya que no solemos decir por aquí Arosarría ni Machichacocabo.

 

2.- ÉTRANGES RIVAGES

    El comisario Erlendur Sveinsson nunca se ha adaptado del todo a su vida en Reikiavik. Para él la vuelta a los fiordos del este, donde nació y pasó su infancia, es una necesidad vital imprescindible. Sobre todo porque allí queda sin resolver un misterio de su familia: qué fue de su hermano menor, desaparecido en mitad de una tormenta de nieve en la que también él y su padre estuvieron a punto de perder la vida. Sin embargo, no se puede decir que Erlendur esté llevando a cabo una investigación sobre su pérdida. Simplemente regresa a lo que en su día fue su hogar y allí, tumbado en medio de la nada helada, se deja envolver por sus fantasmas.

    - Y entonces, claro, se produce el asesinato y el pobre, que pasaba por allí, se ve obligado a resolverlo.

    Pues, no. Esta, que sería la solución más sencilla a un planteamiento narrativo tan alejado de cualquier tipo de novela negra, parece haber sido desechada desde el principio por el autor. Por el contrario, todo el argumento se desarrolla vinculado a esa desaparición del hermano del protagonista hace ya 60 años, pues ese mismo día, en esa misma tormenta de nieve, desapareció también otra persona, una joven que se trasladaba a pie de un fiordo a otro por la montaña. De este modo, la novela se convierte en un intento complejo y doloroso por reconstruir los sucesos de un día perdido entre la niebla del tiempo y que ya solo importa a unas cuantas personas, entre ellas el propio comisario, que aún aspiran a ajustar cuentas con la muerte.

    Sin embargo, pese a lo inesperado y atípico de la obra en relación con el tono más habitual de la novela negra europea de estas primeras décadas del siglo XXI, lo que hace de verdad único este relato es la ambientación espectral de muchos de sus capítulos. Erlendur yace en el suelo carcomido de la antigua granja de su familia. A su alrededor todo es oscuridad y hielo. Y allí recibe inesperadas visitas: voces de otros tiempos, imágenes olvidadas, presencias esquivas, retazos de una vida entreverada de recuerdos, de imaginaciones y de pesadillas. En estos breves capítulos oníricos y surrealistas el verdadero protagonista es el frío de la noche, heraldo de muerte y de liberación, carcasa poética donde el protagonista parece querer buscar un último refugio contra el olvido definitivo. [E. G.]