ANTOLOGÍA DE LÍRICOS DEL ROMANTICISMO

 

    Los cambios políticos y sociales producidos a finales del siglo XVIII tras la Revolución Francesa afectaron de manera profunda y definitiva a la mentalidad y la cultura europeas, por lo que resulta necesario establecer una fuerte cesura en el último tercio del XVIII que separe esas dos etapas históricas bien diferenciadas. La Historia tradicional distingue aquí entre el final de la Edad Moderna y el principio de la Edad Contemporánea; esta Historia de la Literatura Europea, entre el final de la Etapa Clásica y el inicio de la Etapa Disolvente. Y del mismo modo que en el gozne anterior entre la Constituyente y la Clásica, a principios del XVI, recopilamos una amplia y variada nómina de poetas líricos que representaban el triunfo de las nuevas formas compositivas y los nuevos temas y tópicos por toda Europa, volvemos a hacerlo ahora.

    Los diez autores cuya vida y producción poética recogemos en esta Antología vivieron y escribieron durante un lapso de tiempo de unos cincuenta años, a lo largo y ancho de toda Europa, utilizando la más variada gama de lenguas europeas usada hasta ese momento para la expresión artística de los sentimientos. En esa época, el primer tercio del siglo XIX, en todos los ámbitos culturales europeos los jóvenes que sentían la necesidad de renovar los modelos líricos heredados de la etapa anterior se empeñaron en un tarea creativa en la que, formas, motivos, temas y objetivos se copiaban, adaptaban, privilegiaban o se intentaban superar en un esfuerzo creativo compartido.

    Uno de los elementos fundamentales de la uniformidad de este proceso y el origen más evidente y personal del cambio de estética procedió en este caso de Gran Bretaña y tuvo que ver con una personalidad arrolladora: Lord Byron. El inglés George Gordon no es el mejor, y tal vez ni siquiera deba figurar entre los mejores, de los poetas recogidos en esta Antología. Pero nadie le puede negar el título de maestro y, sobre todo, de referente para los más jóvenes. De hecho, en los orígenes de autores tan lejanos entre sí como Almeida Garrett y Mickiewicz o Espronceda y Pushkin hallamos un mismo impulso, llegar a ser como Lord Byron, ser el Byron portugués, polaco, español, ruso... Además, la importancia de Lord Byron no es estrictamente literaria: su figura proporcionaba a los jóvenes poetas europeos un modelo de comportamiento en el que vida y literatura se fundían dándose sentido mutuamente. Y esa nueva forma de vida no incluía solamente unos temas –la libertad, el rechazo de las normas, la exaltación de la personalidad, las leyendas populares...- y una formas –en el caso de Byron sobre todo la leyenda en verso y la epopeya, más que el verso lírico-, sino también una proyección de la figura del poeta sobre la sociedad como no se había conocido antes. La búsqueda del éxito, un éxito proporcionado más que por los críticos por el amplio número de lectores, es uno de los ingredientes básicos del nuevo artista romántico. A su vez esta notoriedad popular lleva al poeta, en varios casos muy notables, a intervenir de forma directa en la vida pública y política de su país. Así sucede, de una forma apasionada y beligerante, con Mickiewicz en Polonia y Petöfi en Hungría, que toman las armas por la libertad de su patria, y, también, con Espronceda en España o Heine en Alemania, obligados a marchar al exilio durante buena parte de su vida debido a sus ideas políticas.

    Este compromiso político –que en todos los casos en un compromiso vital con la libertad- es también una herencia de Lord Byron y de su muerte prematura a los 35 años luchando por la independencia griega. Curiosamente, la muerte prematura es otra característica común a la mayoría de estos poetas: Pushkin, Leopardi y Espronceda murieron también antes de cumplir cuarenta años y tanto Keats como Petöfi antes de los treinta. Los dos más longevos son los alemanes Hölderlin y Heine pero el primero dejó de escribir debido a sus problemas mentales a los 35 años y la longevidad del segundo lo convierte, precisamente, en un escritor de transición entre el Romanticismo y el Realismo: solo sus poemas de juventud son propiamente románticos. Esta extraña coincidencia, la muerte prematura de buena parte de estos poetas, explica otra de las características de su poesía: el tono uniformemente juvenil de sus poemas, la sensación de exaltación permanente, de ímpetu y rotundidad, de hipérbole en muchos casos, siempre sin condescendencias. Es cierto que la propia esencia de los sentimientos románticos conlleva este tono lírico apasionado pero no lo es menos que en determinados autores que llegaron a pasar de los 40 como Heine o Almeida Garrett, e incluso en el propio Pushkin en la última etapa de su vida, se percibe una evolución que anticipa perspectivas novedosas y permite percibir las limitaciones del propio movimiento y sus principales líneas de evolución.

    Otro elemento interesante a tener en cuenta son los propios orígenes de esta poesía, mucho más vinculada a la Etapa Clásica anterior de lo que normalmente se tiene en cuenta. De hecho, autores como Hölderlin, Keats o Leopardi más que una ruptura con el periodo anterior representan una clara línea de evolución que, además, en los tres casos se mueve en la misma dirección: el aprovechamiento de aspectos temáticos de la tradición grecolatina que no se habían visto sometidos a la codificación previa del Neoclasicismo. En los tres casos, no casualmente ajenos al ámbito literario francés, se produce, como ya había sucedido en el Barroco, una vuelta a fuentes grecolatinas menos exploradas, en este caso a los orígenes griegos más puros y antiguos de nuestra cultura. No en vano se trata de tres intelectuales apasionados por la filología clásica. Sin embargo, la muerte de Keats, la locura de Hölderlin y la marginalidad de Leopardi hicieron que sus propuestas líricas, claramente diferenciadas del modelo más ególatra, apasionado y popular de Byron, no se impusieran.

    Por el contrario, los acontecimientos históricos de la primera mitad del siglo XIX favorecieron que la lírica romántica se volcara en la recreación de un acervo poético muy poco utilizado hasta entonces en la creación literaria europea, la tradición folclórica. Aunque los primeros líricos románticos no parecen especialmente atraídos por esta veta poética, poco a poco, a partir sobre todo de los movimientos revolucionarios de 1820, la lírica europea va a asumir una función paralela a la que estaban llevando a cabo recopilaciones de narraciones folclóricas como las de los hermanos Grimm en Alemania, Karadžić en Serbia o Asbjørnsen y Moe en Noruega. Pero en este caso no se trata tanto de recuperar la lírica folclórica de las distintas “naciones” como de recrear los tonos y el estilo de esa lírica en nuevos poemas destinados a esa misma comunidad de donde procede el poeta. Probablemente los primeros en llevar a cabo esta tarea de forma consciente fueran Pushkin y Heine, este último en su primera poesía, que se nutren de la tradición popular eslava y germana respectivamente. Pero pronto, esta lírica va a adquirir un tinte político muy significativo y el poeta romántico se va a convertir en la máxima representación del “alma” de un pueblo en lucha contra sus opresores. De ahí que a partir de 1830 grandes escritores como el polaco Mickiewicz o el húngaro Petöfi se dediquen con todavía más pasión a las labores políticas revolucionarias que a la creación lírica. A partir de este momento, incluso durante la segunda mitad del siglo XIX se puede hallar grandes poetas “nacionales” que siguen siendo considerados hoy en día como los líricos más importantes de sus regiones de origen, como el provenzal Frédéric Mistral, el rumano Mihai Eminescu o la gallega Rosalía de Castro.

    De este modo, la lírica romántica, que surgió en los versos de Hölderlin o de Keats como una nueva reconstrucción de la tradición grecorromana, tal y como venía siendo el prototipo evolutivo de la literatura europea desde la Alta Edad Media, derivó hacia visiones particularistas de la expresión poética limitadas por la tradición regional de cada escritor. Este proceso, unido al desarrollo paralelo de la individualidad como referente crítico de la creación artística, fue ampliando la brecha entre la comunidad de expresión literaria que había caracterizado a la cultura europea hasta el siglo XVIII y la disgregación y compartimentación cada vez mayores que van a caracterizar a la Etapa Disolvente. [E.G.]

 

 

ALEXANDER PUSHKIN

HEINRICH HEINE

ALPHONSE DE LAMARTINE

ALMEIDA GARRETT

FRIEDRICH HOLDERLIN

SANDOR PETÖFI

ADAM MICKIEWICZ

JOSÉ DE ESPRONCEDA

GIACOMO LEOPARDI

JOHN  KEATS