LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

TRENO VIII de JAN KOCHANOWSKI

 

    I: TEXTO - https://literat.ug.edu.pl/kochan/tren008.htm

 

        THREN VIII.

 

   Wielkiéś mi uczyniłá pustki w domu moim,

Moiá droga Orszulo, tym zniknienim swoim.

Pełno nas, á iákoby nikogo nie było:

Iedną máluczką duszą ták wielé ubyło.

Tyś zá wszytki mówiłá, zá wszytki śpiéwáłá,

Wszytkiś w domu kąćiki záwżdy pobiegáłá.

Nie dopuśćiłáś nigdy mátce sye frásowáć,

Ani oycu myśleniem zbytnim głowy psowáć:

To tego, to owégo wdźięcznie obłápiáiąc,

I onym swym ućiesznym śmiéchem zábawiáiąc.

Teraz wszytko umilkło: szczéré pustki w domu,

Niémász zábawki, niemász rośmiać sye nikomu:

Z káżdégo kątá żáłość człowieká uymuie,

A serce swéy poćiechy dármo upátruie.

 

 

        TRENO VIII

 

   ¡Qué gran vacío el que dejaste en casa,

Úrsula mía, querida, con tu desaparición!

Somos tantos, pero es como si nadie hubiera.

Un alma tan pequeña... ¡cuán grande es lo perdido!

Tú que hablabas por todos y por todos cantabas,

y en tus juegos recorrías cada rincón de la casa,

nunca fuiste preocupación para tu madre,

ni dejaste a tu padre cavilar hasta la fatiga.

A unos y a otros ¡cómo nos abrazabas,

cómo nos divertías con tu graciosa risa!

Pero ahora todo calla, y un profundo vacío reina en casa.

No hay juguetes, no hay nadie que se ría.

Y de cada rincón surge una pena que me abraza

mientras mi corazón busca en vano consuelo.

Trad.: Fernando Presa.

 

    II: COMENTARIO – Media un largo camino, apenas andado, entre el dolor por la muerte de un ser querido y el poema que lo manifiesta, no digamos su publicación. Desde hace miles de años, en la mayoría de las familias han muerto niños pequeños, algunos como Úrsula en 1579, de solo dos años y medio, pero pocos poemas hallaremos como este Treno VIII en la historia de la literatura universal y puede que ni un solo libro de poesía comparable con los Trenos del polaco Jan Kochanowski. En efecto, resulta difícil imaginar, incluso hoy, a un padre, atravesado por el dolor de la pérdida, tratando de convertir su terrible aflicción en poesía o después, cuando el tiempo ha lavado ya en parte la sal de la herida, intentando recuperar la atroz potencia de ese sentimiento inicial para darle al poema la fuerza y la honradez indispensables.

    En cierto que hay grandes poemas elegiacos dedicados a la muerte de personalidades importantes y no parece que ese ejercicio poético deba de ser muy problemático: al escritor no se le pide compartir ese sentimiento, solo enunciarlo. Incluso cuando Jorge Manrique, cien años antes de Kochanowski, compone las Coplas a la muerte de su padre, para él lo de menos es su propio dolor; Manrique desea, sobre todo, levantar un lujoso túmulo funerario para el Maestre don Rodrigo y utiliza sus versos para decorar ese sepulcro poético. Nada de esto hallamos, al menos a primera vista, en los Trenos de Kochanowski, cuyo tema es el propio dolor personal del padre y el objeto de ese dolor una niña poco más que recién nacida, de la que solo puede decirse que era amada.

    Úrsula Kochanowski parece haber muerto de tifus apenas un año antes de que los 19 poemas que componen los Threny de su padre, el más importante de sus libros de poesía, el más famoso de la lírica polaca del Renacimiento, fuera publicado. Esto quiere decir que la decisión creativa tomada por el poeta fue inmediata y que los poemas fueron concebidos, escritos, ordenados, corregidos y llevados a la imprenta durante el propio periodo de luto del escritor. Tenderíamos a pensar, en consecuencia, que la obra responde a una urgencia creativa, a un rapto sentimental, que mal acertaríamos a compaginar con la retórica literaria al uso. Sin embargo, debemos añadir que a la muerte de su hija, Kochanowski tenía ya casi 50 años y otros seis hijos en casa, en una época en la que la muerte de algún descendiente se daba, podríamos decir, por descontada. No estará de más, pues, que evitemos los anacronismos románticos y hablemos también de cuestiones técnicas.

    La utilización del treno como género lírico para la expresión del sufrimiento por la muerte de un ser querido remite de forma directa a la Antigüedad Clásica y más concretamente a la literatura griega, tal y como el propio autor deja patente ya en el verso 2 del Treno I, donde menciona a Simónides. Se trata, pues, de un proyecto lírico que pretende recuperar una forma clásica, en el sentido renacentista del término, algo en lo que Jan Kochanowski era ya reconocido como un maestro en la literatura polaca de su tiempo. Kochanowski está intentando hacer lo mismo que Ronsard o Spencer en esta misma época, enlazar directamente con la Antigüedad yendo más allá de los precursores italianos. Por eso sus Trenos son también un ejercicio de virtuosismo. Kochanowski, que en su poesía anterior ya había adaptado con éxito a la lírica polaca el endecasílabo petrarquista con su propia modalidad de hexámetro dactílico, aquí va a esforzarse por ampliar la gama de estrofas elegiacas desde los simples pareados, como los que componen el poema que ahora comentamos, a determinadas variaciones del dístico elegíaco (hexámetro + pentámetro), como en el Treno VII, o de la estrofa sáfica de tres hexámetros y un adónico, como en el Treno XVI y otras composiciones del final del libro.

    Resulta conmovedor, por supuesto, leer, en un poema de hace más de 400 años, “ahora todo calla, y un profundo vacío reina en casa”, y oír decir a un padre, tras la muerte de su hijita, “de cada rincón surge una pena que me abraza”. Lo sentimos tan cerca al escritor, lo percibimos con una humanidad tan cálida e íntima, que puede escapársenos el propio valor técnico del poema. En realidad, como en toda auténtica creación artística, su grandeza surge de una combinación única, hija al mismo tiempo de la sensibilidad y del arte de Kochanowski, que une aquí un dolor paternal, humanísimo, que se niega a la tragedia o a la hipérbole, con una maestría superior en el uso de una técnica específica, bien delimitada, propios ambos de un proyecto estético en el que la sensibilidad, la elegancia, los más íntimos sentimientos y una técnica depurada, daban forma al ideal poético humanista. La pequeña Úrsula merece, sin duda, la inmortalidad de estos versos por haberle permitido a su padre demostrar tal maestría en la expresión de unos sentimientos que gracias al poema podemos hacer nuestros. [E. G.]