LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

EL PEREGRINO QUERÚBICO de ÁNGELUS SILESIUS

 

    I: TEXTO - https://www.zeno.org/Literatur/M/Angelus+Silesius/Gedichte/Cherubinischer+Wandersmann

 

 

     ERSTES BUCH

 

7. Man muß noch über Gott

 

Wo ist mein Aufenthalt? Wo ich und du nicht stehen.

Wo ist mein letztes End, in welches ich soll gehen?

Da, wo man keines findt. Wo soll ich denn nun hin?

Ich muß noch über Gott in eine Wüste ziehn.

 

 

8. Gott lebt nicht ohne mich

 

Ich weiß, daß ohne mich Gott nicht ein Nu kann leben;

Werd ich zunicht, er muß von Not den Geist aufgeben.

 

 

9. Ich habs von Gott und Gott von mir

 

Daß Gott so selig ist und lebet ohn Verlangen,

Hat er sowohl von mir als ich von ihm empfangen.

 

 

10. Ich bin wie Gott und Gott wie ich

 

Ich bin so groß wie Gott, er ist als ich so klein;

Er kann nicht über mich, ich unter ihm nicht sein.

 

 

     LIBRO PRIMERO

 

7. Aún se debe ir más allá de Dios

 

¿Dónde se encuentra mi morada? Donde no hay ni yo ni tú.

¿Dónde está el fin último hacia el cual debo tender?

Donde no se encuentra ningún fin. ¿Hacia dónde debo ir?

Más allá de Dios, al desierto.

 

 

8. Dios no vive sin mí

 

Yo sé que, sin mí, Dios no puede vivir ni un instante.

Si me convirtiera en nada, Él necesariamente debería morir.

 

 

9. Yo lo tengo de Dios, y Dios de mí

 

Que Dios sea tan feliz y viva sin desear nada

Lo ha recibido de mí, tal como yo lo he recibido de Él.

 

 

10. Yo soy como Dios, y Dios como yo

 

Soy tan grande como Dios. Él es tan pequeño como yo.

Él no puede estar sobre mí, ni yo bajo Él.

 

Trad.: Ll. Duch.

 

 

    II: COMENTARIO – El término latino “angelus” adapta una palabra griega que significa “mensajero”. Cuando Johann Scheffler, silesio de nación, eligió el nombre de Angelus Silesius en la ceremonia de su bautismo católico en 1653, a los 29 años, quería autodefinirse, pues, como un “mensajero” para sus compatriotas, así que deberíamos plantearnos en primer lugar cuál sería su “mensaje”. Dado que la vida adulta de este sacerdote franciscano, converso del protestantismo, se caracteriza por su entrega apasionada a la controversia teológica contra sus antiguos compañeros de fe, debemos pensar que el mensaje que el escritor pretendía extender por toda Silesia era el anuncio de la religión verdadera, el Cristianismo romano que él había decidido profesar. Sin embargo, si esto puede interpretarse así, tal vez con acierto, para su producción literaria polemista, no parece en absoluto tan evidente para los breves poemas que componen la gran obra que aún hoy se considera una de las joyas de la literatura alemana, su Cherubinischer Wandersmann.

    Una primera lectura de estos poemas desde la inmensa lejanía de nuestro siglo XXI podría hacernos pensar que acaso la excepcional vivencia religiosa que se adivina tras los paradojas verbales de estos versos pueda considerarse una apología del catolicismo y un rechazo, por lo tanto, de la Reforma. De hecho, la publicación de la poesía de Scheffler fue prohibida por las autoridades religiosas cuando vivía en una zona reformada y solo pudo darla a la imprenta con un imprimatur católico tras su conversión. Además, es bien sabido que, en estos primeros siglos de la Edad Moderna, los grandes místicos y poetas cuya literatura puede relacionarse con la de Silesius, como el español San Juan de la Cruz, vivieron y escribieron en regiones católicas y tuvieron una gran repercusión en zonas tan cercanas a Silesia como la católica Polonia.

    Sin embargo, también hubo en el siglo XVII una mística de raíz protestante y mucho más cercana, además, al propio Scheffler, como la de Jacob Böhme, que el poeta conoció durante su etapa de formación en Leiden, y muchos de los autores medievales que le influyeron como Eckhart, Tauler o van Ruysbroeck, habían sido claramente reformistas. En realidad, la literatura mística europea de los siglos XV y XVI, católica o protestante, parece moverse en un ámbito paralelo, por más que conexo, al de las grandes estructuras eclesiásticas de Europa, tanto romanas como luteranas. Siempre es vista con desconfianza y prevención y en todo caso tolerada como manifestación espiritual íntima mientras no socave las bases oficiales de cualquiera de esas Iglesias. De este modo, Silesius, un intelectual converso que escribía bajo la protección directa de su prelado, el príncipe-obispo católico de Breslau, y que actuaba, además, como punta de lanza ideológica de la Contrarreforma en regiones del Imperio en las que durante muchas décadas había triunfado Lutero, bien podía disfrutar de una especie de bula personal para su lírica más íntima.

    El Peregrino Querúbico parece más escrito para el propio poeta que para la polémica religiosa y, de hecho, muchos de sus poemas pertenecen a la época de formación anterior a la conversión del autor, es decir, manifiestan un pensamiento religioso que va más allá de la dicotomía Reforma/Contrarreforma. Silesius, dentro de una corriente espiritual europea general muy antigua, escribe para sí, a partir de una experiencia personal previa, reflexionando sobre conceptos metafísicos de oscura comprensión que plantean atractivas perspectivas poéticas, de carácter sobre todo lingüístico.

    Quien ha leído a San Juan de la Cruz, no puede dejar de sentir, sobre todo sentir, la radical diferencia de concepción poética en la expresión literaria de la experiencia mística que hallamos en estos versos. En la lírica de Juan de Yepes, el místico trata de reflejar sus sentimientos a través de la impresión que causa en el lector con sus imágenes: la luz y las sombras, la noche y la huida, la exhuberancia sensual de la Naturaleza… El lenguaje no intenta interpretar la idea de la unión mística sino manifestarla mínimamente a través de la lengua poética. Los pareados de Silesius buscan, por el contrario, profundizar en los conceptos intelectuales vinculados a esa misma experiencia. Aquí predominan los elementos lingüísticos abstractos y relacionantes, desvinculados de la realidad objetiva: grande/pequeño, aquí/allí, cerca/lejos, yo/Él…

    En la experiencia mística de Johann Scheffler no existe el mundo sensorial, no hay realidad que interese por sí misma, porque el vínculo hombre/Dios lo asume todo. El poema surge y explora, como en un cuento de Borges -que tan bien conocía a este poeta-, el juego conceptual que permiten esas relaciones: todo/nada, siempre/nunca, finito/infinito… El resto es Barroco y pertenece tanto a la época como al escritor: el gusto por la condensación conceptual, que tanto podría interesar a un conceptista español como Gracián, la predilección por la paradoja, por la sorpresa o el asombro, tan propios de cualquiera de las Máximas de La Rochefoucauld, también coetáneo de Scheffler. Incluso mucho del preciosismo y de mero ingenio a la italiana que nos sorprenden en estos versos podría también vincularse con los gustos barrocos de la época en un tipo de literatura como esta que, sin embargo, nos impresiona, sobre todo, por lo que tiene de reflexión íntima y de autodemostración de capacidad artística. Leer las píldoras místicas de Silesius supone sumergirse en las profundidades intelectuales de una literatura que brilla, sin embargo, como todo el Barroco, por su superficie. [E. G.]