LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

LA PALOMA APUÑALADA Y EL SURTIDOR de G. APOLLINAIRE

 

 

    I: TEXTO: Guillaume Apollinaire: Caligramas, Cátedra, Madrid, 2007.

 

 

    II: COMENTARIO: Resulta inesperado constatar, más allá de la sorpresa del vistazo inicial, que el poema más famoso del vanguardista mejor conocido de la lírica francesa desarrolla un tema, en esencia, clásico. Clásico incluso hasta el asombro, pues esa repetida alusión a las muchachas y a los compañeros que se han ido está planteada de una forma llamativamente paralela a las tópicas interrogaciones del “Ubi sunt?” latino tan propias de la poesía tardomedieval. Casi se echa de menos el “Où sont les nièges d’antain?” de la celebérrima balada de Villon o el no menos famoso “¿Qué se hizieron?” de las Coplas de Manrique.

    Hacia 1915, la que pronto será conocida como La Gran Guerra y luego I Guerra Mundial ha estallado. El propio Apollinaire ha sido movilizado y combate en el frente, donde será herido. ¿Ubi sunt las jóvenes que le acompañaron en los dorados años de su juventud parisina? ¿Où sont sus restantes compañeros de letras? Ellos también se juegan la vida en el Norte frente a los alemanes, en Ypres y en el Somme. ¿Qué se hizo de ellos? Anotar, además, que la imagen de la paloma apuñalada resulta una metáfora bastante poco original del inicio de la guerra y que el recurso al agua de la fuente era, en la segunda década del siglo XX, un tópico ya manido de la poesía simbolista tampoco requiere mayores dilucidaciones. ¿Dónde está, pues, la novedad de este poema para que se haya convertido en un hito de la ruptura vanguardista? No en el tema, desde luego, sino en su presentación como imagen, en el hecho de que los propios versos se dispongan de tal manera que “dibujen” esa “paloma apuñalada” y ese “surtidor” a los que se alude en el texto.

    En la tradición europea anterior a Apollinaire un poema no ilustra su contenido. Es cierto, y en esta Antología hemos recogido algún ejemplo notable, que en la Alta Edad Media pueden hallarse sofisticadísimos antecedentes de esta práctica poética, pero no lo es menos que Apollinaire probablemente los desconocía y, en cualquier caso, no remite en modo alguno a ellos. Para entender lo que el poeta francés se propone en realidad, es mucho más útil remitir a un cuadro de 1909, titulado Apollinaire et ses amis, pintado por su amante Marie Laurencin - la Marie del poema-, en el que también hallamos al poeta Maurice Cremnitz, otro de los aludidos en el texto. En ese cuadro, donde Apollinaire aparece entronizado como en un tímpano románico, el amigo más cercano a él no es otro poeta sino un pintor, Pablo Picasso.

    Ahora pensemos en lo que hacia 1915, fecha de composición del caligrama, había venido haciendo con éxito su amigo Picasso. De 1912 es, por ejemplo, Les oiseaux morts, una de sus composiciones cubistas más famosas, hoy en el Museo Reina Sofía de Madrid. El tema del cuadro no puede ser más tradicional: se trata de un típico bodegón barroco, una de esas naturalezas muertas con animales que tanto gustaron en el siglo XVII en España o en los Países Bajos. Solo la presencia del periódico actualiza esa composición clásica con mesa, vajilla y aves sobre fondo plano. Sin embargo, el clasicismo del tema resulta irrelevante frente a la originalidad de la interpretación pictórica. Al simultanear en una visión única las diferentes perspectivas de los objetos representados, la impresión del cuadro resulta completamente novedosa; no solo no remite a ninguna tradición anterior sino que se manifiesta equívocamente alejada de cualquiera de ellas.

    Lo mismo sucede con los caligramas de Apollinaire. El hecho de que su punto de partida temática pueda vincularse todavía a unos motivos literarios claramente tradicionales no impide que el efecto estético provocado por la innovación de servirse de los propios versos para dibujar imágenes provoque una sorpresa y una ruptura emocional en el lector que convierte el poema en un objeto estético revolucionario. De hecho, la engañosa distorsión provocada por la imagen resalta más aún cuando nos damos cuenta de que, en realidad, los propios versos han sido concebidos también a la manera tradicional, con igual medida, por ejemplo, en todos los “chorros” del surtidor, y con una rima propia de estrofa clásica. Dicho de otra manera, Apollinaire escribió al menos la parte central de su poema como un texto poético tradicional, en la línea de los famosos lamentos por el tiempo huido del siglo XV, y luego se limitó a disponer esos versos de acuerdo con una tipografía peculiar que dibujaba el objeto al que se aludía en ellos.

    El análisis en profundidad de un caligrama como “La colombe...” nos revela, pues, de forma evidente que en sus primeros momentos la nueva literatura vanguardista no buscaba romper de forma definitiva con la tradición europea anterior sino aportar nuevas perspectivas para la creación artística. Será el radicalismo propiciado por el cataclismo de la Guerra y su repercusión en nuevas vanguardias como el Dadaísmo o el Surrealismo, lo que ahondará en esa ruptura buscando la absoluta disolución de cualquier vínculo con la tradición europea anterior. [E. G.]