LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

MIGNON de J. W. von GOETHE

 

    I: TEXTO – J. W. von Goethe: Wilhelm Meisters Lehrjahre. Bd. 2, Frankfurt (Main), 1795, s. 7-8

 

Kennst du das Land, wo die Zitronen blühn,

Im dunkeln Laub die Gold-Orangen glühn,

Ein sanfter Wind vom blauen Himmel weht,

Die Myrte still und hoch der Lorbeer steht?

Kennst du es wohl?

Dahin! dahin

Möcht ich mit dir, o mein Geliebter, ziehn.

 

Kennst du das Haus? Auf Säulen ruht sein Dach.

Es glänzt der Saal, es schimmert das Gemach,

Und Marmorbilder stehn und sehn mich an:

Was hat man dir, du armes Kind, getan?

Kennst du es wohl?

Dahin! dahin

Möcht ich mit dir, o mein Beschützer, ziehn.

 

Kennst du den Berg und seinen Wolkensteg?

Das Maultier sucht im Nebel seinen Weg;

In Höhlen wohnt der Drachen alte Brut;

Es stürzt der Fels und über ihn die Flut!

Kennst du ihn wohl?

Dahin! dahin

Geht unser Weg! O Vater, laß uns ziehn!

 

 

 

¿Conoces el país donde florece el limonero,

centellean las naranjas doradas entre el follaje oscuro,

una suave brisa sopla bajo el cielo azul,

y hallar se puede al silencioso mirto y al alto laurel?

¿Lo conoces acaso?

¡Hacia allí, hacia allí

quisiera yo ponerme en camino junto a ti, amado mío!

 

¿Conoces la casa? Sobre columnas descansa su techo,

la sala resplandece, el aposento brilla

y las estatuas de mármol se alzan ante mí contemplándome:

¿Qué te han hecho, pobre criatura?

¿La conoces acaso?

¡Hacia allí, hacía allí

quisiera yo ponerme en camino junto a ti, mi protector!

 

¿Conoces la montaña y su puente alzado entre las nubes?

La mula busca su camino a través de la niebla;

en cavernas habita la antigua raza de los dragones;

¡al abismo se arroja la roca y sobre ella el torrente!

¿La conoces acaso?

¡Hacia allí, hacia allí

se dirige nuestra senda! ¡Oh, padre, pongámonos en camino!

Trad.: Abel Alamillo.

 

    II: COMENTARIO - Mignon es el personaje más atractivo de la novela Años de aprendizaje de Wilhelm Meister, del escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe, publicada en la última década del siglo XVIII. El Wilhelm Meister de Goethe gozó de una inmensa popularidad en su época, tan grande, aunque hoy pueda resultarnos inconcebible, como el Werther que había hecho famoso a su autor un cuarto de siglo antes. En la actualidad, sin embargo, es uno de tantos clásicos polvorientos que solo se conocen por el nombre.

    Este poema, letra de una canción que canta la propia Mignon, abre el libro tercero de la novela. No es, por lo tanto, una composición aislada sino un texto estructuralmente relevante, con un lugar significativo en la extensa obra de Goethe y que en su día se difundió en buena medida gracias a la fama de esta. Sin embargo, como la canción que al fin y al cabo era, el poema también adquirió pronto independencia a través de una larga serie de famosas piezas musicales. De hecho, pocas composiciones de esta antología han tenido una vida tan fructífera por sí mismas. De una fecha tan cercana a su publicación como 1809 es el lied de Beethoven "Mignon", op. 75 n.º 1, que inicia esta secuencia musical, en la que también encontramos las canciones, por citar solo los nombre más famosos, de Schubert "Mignon", D 321, 1815, Liszt "Mignons Lied", S. 275, 1842, Schumann "Mignon", op. 79 n.º 28, 1849, Hugo Wolf "Mignon: Kennst du das Land?", 1888, o Alban Berg "Mignon", Jugenlieder (2) n.º 20, 1907. Pero el tema de Mignon alcanzó su máxima amplitud cuando el propio personaje se convirtió en protagonista de la ópera más famosa del hoy tan desconocido compositor francés Ambroise Thomas. Precisamente el aria “Connais-tu le pays”, de su Mignon de 1866, sigue siendo una de las piezas para mezzosoprano más famosas de todo el repertorio del “bel canto”, y la propia ópera, una de las pocas del siglo XIX con más de 1.000 representaciones en vida del autor.

    Mignon es una huérfana que se cruza en el camino de Meister hacia la mitad del libro segundo. La niña, pobre pero encantadora, y sobre todo dotada de un gran corazón, sirve como lazarillo a un arpista ciego como parte de la trouppe de un circo ambulante. Puesto que toda la novela en su conjunto está concebida, según indica el propio título, como un “bildungsroman”, es decir, una novela de aprendizaje, la relación del protagonista con Mignon y con el anciano que la acompaña está planteada en función del crecimiento moral y la evolución personal del propio Meister. La jovencísima Mignon, a la que en razón de su edad se presenta todavía andrógina, y que solo poco a poco se irá abriendo a la pasión amorosa, ofrece al protagonista una muestra ideal de amor puro y desinteresado.

    Ese es el contexto narrativo del poema. Moviéndose por el centro de Europa camino de esa Italia “donde florece el limonero”, Goethe muestra en la canción de Mignon la esperanza nunca perdida de un paraíso en esta tierra. Y, en verdad, es sorprendente la ilustre compañía literaria que Mignon hubiera podido encontrar en esa tierra prometida de “naranjas doradas”. Para cuando escribía su Wilhelm Meister, el propio Goethe había pasado ya una larga temporada en la península itálica, donde escribió algunos de sus mejores poemarios, como las Elegías romanas. Pero apenas dos décadas después de publicarse este poema aparecerían también por aquella península los franceses Stendhal y Lamartine, y los tres grandes románticos ingleses, Byron, Shelley y Keats, dos de los cuales se quedaron allí para siempre, y a mediados de siglo los Browning, y Dostoievski, Ibsen, Nietzsche… Y eso solo hablando de literatura. De los tres grandes países europeos del Mediterráneo, España, Italia y Grecia, va a ser el segundo la gran meca “turística” de la cultura europea del siglo XIX. Para la burguesía del norte, dogmática, imperialista, capitalista y, sobre todo, acaudalada, la anarquía, la pobreza, el pintoresquismo y el atraso de la sociedad italiana, junto con el inmenso y tan prestigioso legado cultural clásico que preservaba, se convirtió en una experiencia vital ineludible, convertida incluso en motivo literario en novelas de la relevancia del Retrato de una dama de Henry James.

    Pero Mignon no es una gran burguesa, diletante y presuntuosa, como su creador Goethe. Aunque en la segunda estrofa Mignon aluda a una casa con columnas y mármoles, Italia, el sur de su poema, no ha quedado caracterizada por el ropaje artístico que llevó a Goethe a Roma, a Stendhal a Florencia o a Byron a Venecia. Para la pobre y desamparada Mignon, el Sur es sobre todo el país de la luz, del calor, de los aromas y del edén de la infancia. Este poema se construye sobre el tópico del paraíso perdido, que aquí se presume, sin embargo, posible, cercano, casi al alcance de la mano. Solo hay que aventurarse un poco hacia el sur, atravesar las montañas y abandonar el estéril y lúgubre paisaje cotidiano. En este sentido, el Sur de Mignon es mucho más que un parque turístico o una inspiración artística: Italia es la posibilidad de una vida buena, de una vida nueva, de un renacimiento.

    Y esas son las sensaciones, por otra parte, que todos los grandes músicos, de Beethoven a Thomas, intentaron transmitir a través de sus notas. No tiene sentido aquí recordar el fin de Mignon, aunque es cierto que todos los lectores, oyentes y espectadores del siglo XIX lo conocían de antemano. Pese a todo, este hermoso poema sigue siendo un canto ilusionado de esperanza y anhelo de futuro; así fue concebido y así ha sido siempre interpretado: hay un paraíso esperándonos y tenemos razones para ir en su búsqueda. Es en nuestra esperanza donde florece siempre -ayer, hoy, siempre- la dulce flor del limonero. [E. G.]