LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

OS EIDOS de UXÍO NOVONEYRA

 

        I: TEXTO:

 

COUREL DOS TESOS CUMES

 

Courel dos tesos cumes que ollan de lonxe!

Eiquí síntese ben o pouco que é un home…

 

 

HEIN d’ir o Pía Páxaro i a Boca do Faro

deitarme na Campa da Lucenza nun claro.

Hein d’ir á Devesa da Rogueira i a Donís

ó Rebolo á Pinza i ó Chao dos Carrís.

Hein d’ir a Lousada i a Pacios do Señor

a Santalla a Veiga de Forcas i a Fonlor.

Hein d’ir ó Cebreiro pasar por Liñares

rubir ó Iribio a Cervantes i a Ancares

Hein d’ir a Cido i a Castro de Brío

baixar i andar pola aurela do río.

Hein d’ir a Céramo cruzal’o Faro i entón

debrocar pra baixo cara Oéncia e León.

Hein d’ir a Vales i a Pena da Airexa

i a un eido solo onde ninguén me vexa.

 

 

        II: COMENTARIO - La literatura es también una forma de biografía. ¿Cómo separar, con qué bisturí por muy fino, la pura luz de los textos de la sombra que proyecta, tantas veces, nuestra propia figura contra ellos? Y un poema, más aún que cualquier otro, nos ilumina, y con más fuerza, recortando nuestra silueta con una nitidez que a nosotros mismos nos asombra.

    Viví en Galicia, por azar y por necesidad, seis años de mi vida. Cinco de ellos di clase en institutos de la provincia de Lugo, en la capital y en Monforte de Lemos. Ahora hace casi un cuarto de siglo que dejé aquellas tierras, a las que no he vuelto, y los recuerdos de aquellos años, las caras y los nombres de mis compañeros de claustro, los días de niebla y lluvia, las aulas y mis alumnos, los viajes a Santiago, las excursiones por la Ulloa, incluso Felisa, Nazareth, Beni y M.ª Cruz, todo se difumina, se apaga y desaparece. Quedan aún, sin embargo, inmarcesibles, estos versos de Novoneyra, a quien leí hace ya tres décadas, y que no han dejado de acompañarme nunca.

    El pareado que abre Os eidos me impactó desde el primer momento. No llegué a ir al Courel, ya casi en Orense, pero recorrí muchas veces el Camino justo al norte de esa sierra. Y siempre sentí en lo más íntimo de mi ser la profunda verdad de estas palabras prologales de Uxío Novoneyra. Desde luego, como aragonés, estoy acostumbrado desde joven a los picos del Pirineo y no hay nada en toda Galicia que pueda compararse a Panticosa, a Ordesa o a Pineta. Incluso el mucho menor Moncayo, de quien soy vecino, proyecta su presencia imponente sobre el valle, con una perspectiva contra el horizonte imposible de hallar en Galicia. Por eso me he preguntado siempre qué hay en estos versos que me conmueve tanto. Y esta exploración íntima forma parte también de mi comentario.

    En Galicia tuve ocasión, en múltiples ocasiones, de sentirme solo. Primero conviví con la soledad durante dos años enteros, ocultándome uno de mí mismo, en Ferrol, y haciendo tiempo, otro, ya en Lugo. Después, durante cuatro más, fuimos los dos, Berta y yo, quienes compartimos nuestra soledad juntos. Tal vez por eso, especialmente por mi biografía, siempre me he sentido aludido personalmente por estos versos. Pero, en realidad, no creo que Novoneyra quiera hablarnos de la soledad del ser humano frente a la inmensa Naturaleza sino todo lo contrario, de la fraternal compañía que la naturaleza más imponente ofrece al ser humano cuando busca refugio en ella. Recuerdo con ternura ahora las largas caminatas entre Triacastela y Sarria, de Palas de Rei a Monterroso, de Monforte a Sober. Era una forma natural de soledad acompañada. Todo a nuestro alrededor era humano paisaje, en medio de la fraga más verde y cerrada o por corredoiras guarnecidas de anchas lajas de piedra. Hombre y Naturaleza, acaso por vez última, seguíamos unidos. Los viejos aperos de labranza, ya desconocidos en mi tierra, las huellas sucias de las vacas y las cántaras de leche, algunos hórreos inesperadamente aún en uso, inmensas carballeiras, huertos de grelos, la campas de una feira, prados y castiñeiros… Recuerdo ahora todo esto desde mi estudio y vuelvo a sentir esa emoción sosegadora de no ser más que un hombre, un ser vivo más entre los toxos, allá arriba, en O Cebreiro, cuando aquella noche nos pilló la nieve, no una ventisca amenazadora sino la delicada nieve de abril, como un suave lienzo blanco a nuestros pies sobre el que hollar, un animal más, nuestros pasos.

    “Lo poco que es un hombre”. Escribo esto cuando en España la pandemia de la Covid-19 se ha llevado ya por delante la vida de 30.000 personas. Y, sin embargo, no consigo ver en esos “tesos cumes que ollan de lonxe” desde el Courel a la naturaleza amenazadora. Es nuestra ignorancia, nuestra arrogancia y nuestro egoísmo lo que nos ha llevado, y seguirá llevándonos en cuanto pasen estos meses, a creernos superiores y a temer ahora por nuestra insignificancia. Pero Uxío Novoneyra nos dice, en realidad, dónde está nuestro refugio seguro y nuestra esperanza. La lista de lugares que viene a continuación es un conjuro mágico de espacios para la vida. Parroquias, aldeas, algún casal remoto, pazos aislados, una vereda, oteros y vales, lugares todos donde la vida de los hombres, de sus bestias y del resto de las especies se ha desarrollado durante generaciones en comunidad, en una simbiosis donde la vida y la muerte forman parte de una imagen única, donde carecen de sentido las amenazas, la egolatría o el victimismo.

    A partir de ahí, como en la tercera parte de Du côté de chez Swann, el mundo se concreta en sus nombres, las palabras acostumbradas con las que cada rincón se conoce desde siempre. Y el verso es solo los nombres: ese es el mundo del poeta, un mundo de palabras que se traduce en árboles, en el recodo de un camino, en el claro de una feria, en una casa solariega antañona, en el pasto de unas vacas, en una carballeira… La música del verso se construye con la música de los nombres, que es la música íntima de las cosas. El poeta nombra el mundo y esos sonidos lo crean de nuevo para el lector. Yo mismo apenas reconozco media docena de esos lugares, de la zona norte del Courel y, sin embargo, tengo la falsa sensación, cada vez que leo en voz alta estos versos, treinta años después, de que he pisado todos y cada uno de estos rincones de Galicia, solo y en compañía de quien más quería, en el amanecer delicado de una primavera tarda o en un frío día de invierno.

    Pasan los años y cada vez más, en la distancia, Galicia es estos versos de Novoneyra. Pienso a veces qué quedará de mí al final, los últimos días, si tengo ocasión de repasar lo que he sido. Sé que seguirá allí conmigo este Courel, que no es ya más tampoco que palabras. Y eso es todo: vida que es palabras, que son poesía. [E. G.]