LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

LA CASA DE MI PADRE de GABRIEL ARESTI

 

    I: TEXTO – Gabriel Aresti: Maldan Behera. Harri eta Herri, ed. de J. Atienza, Cátedra, 1979, p. 260.

 

NIRE AITAREN ETXEA

 

Nire aitaren etxea

defendituko dut.

Otsoen kontra,

sikatearen kontra,

lukurreriaren kontra,

justiziaren kontra,

defenditu

eginen dut

nire aitaren etxea.

Galduko ditut

aziendak,

soloak,

pinudiak;

galduko ditut

korrituak,

errentak,

interesak,

baina nire aitaren etxea defendituko dut.

Harmak kenduko dizkidate,

eta eskuarekin defendituko dut

nire aitaren etxea;

eskuak ebakiko dizkidate,

eta besoarekin defendituko dut

nire aitaren etxea;

besorik gabe,

sorbaldik gabe,

bularrik gabe

utziko naute,

eta arimarekin defendituko dut

nire aitaren etxea.

Ni hilen naiz,

nire arima galduko da,

nire askazia galduko da,

baina nire aitaren etxeak

iraunen du

zutik.

LA CASA DE MI PADRE

 

Defenderé

la casa de mi padre.

Contra los lobos,

contra la sequía,

contra la usura,

contra la justicia,

defenderé

la casa

de mi padre.

Perderé

los ganados,

los huertos,

los pinares;

perderé

los intereses,

las rentas,

los dividendos,

pero defenderé la casa de mi padre.

Me quitarán las armas

y con las manos defenderé

la casa de mi padre;

me cortarán las manos

y con los brazos defenderé

la casa de mi padre;

me dejarán

sin brazos,

sin hombros

y sin pechos,

y con el alma defenderé

la casa de mi padre.

Me moriré,

se perderá mi alma,

se perderá mi prole,

pero la casa de mi padre

seguirá

en pie.

Trad.: Gabriel Aresti.

 

    II: COMENTARIO – Hay, para mí, un eco estremecedor en este poema que no debo pasar por alto por más que yo mismo racionalice la injusticia implícita en el mero hecho de enunciarlo. Gabriel Aresti, acaso el mejor poeta vasco de todos los tiempos y, en cualquier caso, el hombre a quien cabe el honor de haber hecho del eusquera una lengua poética moderna, publicó este poema en 1964 en el más importante de sus libros, Harri eta Herri (Piedra y pueblo); ese mismo año, en su III Asamblea, en Bayona, el grupo terrorista ETA decidió optar por la lucha armada y, en su paranoica defensa de una “patria vasca”, durante medio siglo llegó a asesinar a más de mil personas. Apreciando tanto como aprecio este poema y reconociendo, por supuesto, que nada hay ni en su versos ni en la biografía de su autor que justifique subrayar estos datos cronológicos, no puedo evitar dejar constancia en este comentario de “Nire aitaren etxea” que, en mi interpretación personal, esa coincidencia dota de un sentido histórico especialmente profundo a su poema.

    Porque, el lector, yo en este caso, tiene unos derechos sobre sus lecturas superiores a los del autor. Puede sentir, interpretar, valorar y actuar en consecuencia, al margen e incluso en contra de lo que el autor podría considerar justo o acertado. Nada tuvo que ver Wagner, por supuesto, con los crímenes de Hitler, pero el judío que oye la música preferida por los asesinos de su familia tiene todo el derecho del mundo a rechazarla. No lo tiene, por contra, a hacer cargar a Wagner con el estigma del nazismo. Y así, como antólogo, al mismo tiempo que debo reconocer que, de una forma totalmente subjetiva, este poema está vinculado para mí a una de las zonas más oscuras de nuestra convivencia democrática, debo reconocer igualmente que la fuerza expresiva de la poesía de Aresti alcanza aquí una cima poco hollada por otras líricas de su tiempo.

    Es indispensable mencionar también la situación real de marginación y represión brutales que padecía la cultura vasca durante el régimen de Franco, en esos años en los que Aresti escribía sus poemas y los jóvenes asesinos se organizaban. En un contexto de asfixia cultural impuesta desde los poderes públicos de una dictadura y de resistencia popular en defensa de la expresión en eusquera, Gabriel Aresti fue ante todo un poeta y un filólogo, cuyo trabajo en torno a la configuración del eusquera batua desde la Euskaltzaindia (Academia de la lengua vasca) facilitó la supervivencia primero y la normalización posterior en el País Vasco de un idioma en aquellos momentos cercano a la extinción. De hecho, una interpretación directa y sencilla del poema que comentamos relacionaría esa “aitaren etxea”, la “casa de mi padre”, con el propio idioma común de los vascos, ese eusquera por el que el poeta y lingüista está dispuesto a darlo todo.

    Sin embargo, más que una lectura más o menos correcta, más o menos interesada o más o menos personal, en este poema lo que hoy nos interesa es su magnífica construcción estética. El estribillo con el que arranca el poema lo dice ya todo, presentando los dos temas fundamentales del texto: “defendituko dut” y “aitaren etxea”. A partir de ahí las ideas se amplían con una lista implacable y contundente de estructuras repetitivas de tres y cuatro miembros compuestas por versos cortos, rítmicos y monorrimos: todo lo que el poeta está dispuesto a entregar en la defensa de esa “casa”.

    Con ese contundente tono épico tan tradicional en el fondo y tan moderno en la forma, el poema de Aresti nos evoca la dura sonoridad de los tajos del hacha contra los troncos, la urgencia y solemnidad del tañido de campanas: “korrituak, / errentak, / interesak”, “besorik gabe, / sorbaldik gabe, / bularrik gabe”… Y de acuerdo con la violencia verbal de sus versos, el tema de la defensa de la casa del padre va ampliándose en un crescendo que no rechaza la hipérbole: el poeta, dispuesto a perder todos sus bienes en esa lucha, no duda en entregar también su cuerpo -”eskuak ebakiko dizkidate, / eta besoarekin defendituko dut / nire aitaren etxea”- e incluso su propia alma.

    Resulta difícil no dejarse arrastrar por la fuerza de estos versos, por la profunda emoción que los inspira y la pasión por lo más personal, lo más íntimo que se defiende, ese hogar paterno donde el poeta, también el lector, se han criado y a cuya salvación todo bien nacido debe sentirse obligado.

    Sin duda, la situación del País Vasco en los años 60 justificaba estos versos y la dureza con que están escritos. Sin duda Aresti, más marxista que nacionalista y alejado de cualquier grupo de acción directa, no pensaba en bombas lapa ni en tiros en la nuca cuando escribió estos versos de “defensa”. De hecho, algún día ETA solo será ese mal sueño que demasiados vascos toleraron durante demasiado tiempo y, como todas las pesadillas, su recuerdo se disolverá entre los resquicios de la Historia. Entonces estos versos de Gabriel Aresti seguirán brillando, brillarán más todavía, para todos nosotros, por su sola potencia verbal, por el mero ímpetu de su pasión lírica, para todos los que sentimos en peligro la herencia de nuestros padres, en cualquier región, en cualquier lengua, y nuestra mirada, más limpia entonces, les hará justicia. [E. G.]